Este señor, Steve Nash, canadiense por más señas, es un genio. Así con todas las letras. Si quieres reconciliarte con el baloncesto, después de sufrir una temporada a Messina, Ivanovic, Jeff Van Gundy y otros gurús del cemento, no tienes más que apañar algún video del menda y disfrutar.
Porque este tío no es muy alto, es blanco, no salta mucho... pero las mete de todos los colores (por cencima del 50% en T2, 40% en T3 y 90% en libres varias temporadas) y, lo que es más importante, ve el baloncesto como a todos nos gustaría jugar.
Hace algunos años dejó la soleada Dallas y a su amiguete Nowitzki para mudarse a la no menos soleada Phoenix. Su sola presencia hizo a los Suns una de las franquicias más poderosas de la NBA y la más atractiva de ver desde los Golden State de Don Nelson o los Denver Nuggets de Doug Moe. Los monolíticos Spurs y el sucio de Bruce Bowen fueron su único obstáculo hasta un muy merecido anillo.
A él, en lo personal, le valieron dos premios MVP en 2005 y en 2006.
Hay mucha gente, en todo el mundo, que le debe muchas cosas a Steve. Para empezar, sus compañeros (Diaw, Stoudemire) que se han ido y que le hechan mucho de menos, u otros (Grant Hill, Gortat) que se encuentran con los mejores números de su carrera o rejuvenecidos de repente por virtud de este genio en pantalón corto. Por no hablar de Mike D´Antoni, que debe tirarse de los pelos en New York.
Pero Steve no es solo un jugador de baloncesto. Es una persona comprometida, que expresa sus opiniones en voz alta y sin tapujos, lo que en la hipócrita sociedad norteamericana (excluyendo Canadá), hipoteca no pocas vidas: rechazo a la guerra, rechazo a políticas y leyes xenófobas, marcada conciencia social.
Ahora está cerca de su retirada, pero aún es capaz de maravillar, tirar y distribuir juego como los ángeles. Jugadores como Steve no tendrían que retirarse nunca.
"Vote for me for the All Star game... cause I´m.... AWESOME!"
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