25 de junio de 2023

Pepitas de oro y un comodín

Pues ya ha terminado el curso baloncestístico 22/23 en la NBA con el título de los Denver Nuggets (4-1 a Miami) y el MVP de las Finales para Nikola Jokic. 

Ha sido una temporada sorprendente, no por el campeón, que se podía esperar y al que mucha gente le daba el subcampeonato en unas hipotéticas Finales contra Boston o Milwaukee. Y de ahí la sorpresa, porque los que se han plantado en la serie definitiva han sido los Miami Heat. 

Recordemos que Miami perdió el primer partido de play-in contra Atlanta. Y luego iban perdiendo el segundo contra Chicago. Sin embargo, ganaron. Y luego le metieron un 4-1 a Anteto y sus Bucks. Sobrevivieron al cemento de Thibodeau y sus Knicks. Y en las finales de la Conferencia Este amenazaron con hacer explotar el proyecto celta cuando se pusieron 3-0. Luego amenazaron con derrumbarse ellos cuando los Celtics remontaron hasta un 3-3 (solo la cuarta vez en 151 oportunidades) y todo parecía dispuesto para abrirles la puerta tras despachar a los de Florida en el séptimo partido en el Garden. Eso no pasó y Miami arrasó, dejando a los aficionados verdes (entre los que me incluyo), con caras de tonto. 

 

Quinteto de élite
 

Por primera vez desde los Knicks del 99, un seed 8 se plantaba en las Finales, tras haber derrotado a un primero, un cuarto y un segundo. Tremendo. 

En el otro lado, con casi diez días de descanso extra, un equipo que jugaba sus primeras Finales, con una plantilla que se antojaba corta, pero que contaba con un quinteto titular demoledor: Jamal Murray, finalmente recuperado de sus lesiones y que llevaba unas eliminatorias más que decentes; Kentavious Caldwell - Pope, que fue clave en el título de Lakers de la burbuja; Michael Porter Jr., para muchos un top 3 de su draft si no hubiera sido por sus problemas de espalda; Aaron Gordon, que había dejado Orlando para dar un plus a los de Denver...

... y por encima de todos Nikola Jokic. Dos veces consecutivas MVP de la temporada regular, se ha marcado una temporada de nivel todavía superior, a punto de convertirse en el primer interior en  promediar un triple doble durante todos los partidos del año. Debería haber sido MVP otra vez, pero seguramente hubo vértigo en los votantes por dárselo y ponerle a la altura de Larry Bird, el último en lograrlo entre 1984 y 1986. Así de injusta es la narrativa en ocasiones. 

Había dudas en ambos lados. Por los Heat, el cansancio y el estado del tobillo de Butler, además de la falta de Herro durante todos los playoffs (una baja que, en mi opinión, les ha beneficiado más que perjudicado; no creo que hubieran sido tan rocosos en defensa con el fino estilista en el quinteto). Por Denver, su inexperiencia, dudas sobre su carácter y una plantilla con solo seis o siete jugadores que quizá no fuera suficiente si los Heat conseguían alargar la serie y convertirla en una piscina de barro. 

 

Hay un nuevo sheriff en la ciudad

 

También había motivos para confiar. Los Heat habían eliminado a los dos máximos favoritos, no solo de su Conferencia sino de toda la liga; la sensación de que el seed 8 no era real y que en realidad su  plantilla era, como mínimo top 4; y la confianza en un líder brutal como Jimmy Butler. En Denver, tener a uno de los mejores jugadores de la Liga; la solvencia durante la temporada regular y las eliminatorias; la mucha menor carga de minutos de sus estrellas y la temporada de Jamal Murray, que descargaba a Jokic de responsabilidad en ataque. ç

Dos estados de ánimo eufóricos, pero solo uno saldría triunfante y sería Denver, 4-1 y para casa con el trabajo hecho en unas series más sencillas de lo que todos esperábamos. 

Me alegro por Denver, un equipo con el que simpatizo desde los tiempos de Dan Issel y David Thompson, justo cuando desembarcaron en la NBA procedentes de la alegre ABA. Luego vinieron los dulces años ochenta con el elegante Alex English y Fat Lever y las chaquetas de cuadros de Doug Moe como bandera de un baloncesto alegre en el que la premisa era anotar un punto más que el rival. Recuerdos de Mutombo en el suelo abrazando el balón después de eliminar a Seattle en uno de esos milagros del octavo clasificado. Y luego, las elecciones acertadas en el draft, sobre todo Jokic en el puesto 41 y Michael Porter Jr. en el 15 cuando había dudas de que pudiera volver a jugar. Dos apuestas arriesgadas que salieron bien. 

Denver se convierte en uno de los equipos que han sido alguna vez campeones de la NBA y lo han hecho en sus primeras Finales, siguiendo la estela de los San Antonio Spurs en unas Finales que tienen muchos paralelismos entre las dos: ambos equipos venían de la ABA, para los dos eran las primeras finales de Líga y se enfrentaban al octavo clasificado de la Conferencia Este. Hasta el resultado, 4-1, ha sido el mismo. 

 

¡Jugón!
 

Las próximas temporadas dirán si estamos ante una dinastía, entendiendo como tal aquellos equipos capaces de ganar varias veces en un período de cuatro o cinco años. Tengo dudas, porque en la Conferencia Oeste están habiendo movimientos interesantes que veremos cómo dejan el escalafón, pero también porque, sobre el papel, los equipos favoritos del Este tienen armas más que suficientes para ganar las Finales (aunque también habrá que ver cómo encajan los Celtics la baja de Smart y el ingreso de Porzingis, y cómo van a mejorar los Bucks su equipo, que se ha demostrado corto en los últimos dos años). Pero se han convertido en un ejemplo para esas franquicias que buscan construir desde el draft y que huyen del dispendio y de la unión de estrellas que, muchas más veces que las que pensamos, no aseguran el título.

Comienza también el debate de si Jokic es ya el mejor jugador europeo de siempre. Creo que está cerca, pero que todavía no se puede decir eso. Para mí, todavía Dirk Nowitzki está por encima, aunque por muy poquito. Y si ampliamos el marco para incluir baloncesto NBA y baloncesto FIBA, no solo Nowitkzki sino Pau Gasol y Toni Parker le pueden discutir algo. Es muy probable que en dos o tres años me tenga que comer mis palabras, no obstante, porque el tipo me cae bien. Es esa clase de jugador que tiene claro que la vida no gira alrededor del baloncesto y que, pase lo que pase hoy, mañana seguirá saliendo el sol. Un tipo que tiene la suerte de trabajar en lo que le gusta y lo sabe, pero que no deja que la espiral le atrape. Un tipo con una personalidad diferente y fresca. A lo mejor Doncic tiene algo que aprender aquí.

Me gusta este campeón y le deseo que se mantengan competitivos en el Oeste. No puedo desearles más, porque sueño con que los Celtics cuelguen de una vez la 18ª bandera en el techo del Garden, por lo menos.

4 de junio de 2023

Quo vadis, Boston?

Otro cierre de temporada para los arrogantes verdes que supone una desilusión para sus aficionados. Pero, además, en esta ocasión es posible abrir unos interrogantes sobre el futuro inmediato de la franquicia, algunos de los cuales pueden resultar muy dolorosos. 

Después de haber estado el año pasado en las Finales, desperdiciando un 2-1 a favor y ventaja apreciable en el tercer cuarto del cuarto partido, la temporada 22-23 se abría con un optimismo moderado. Brad Stevens supo añadir a Danilo Gallinari y a Malcolm Brogdon para añadir un fondo de armario que se antojó demasiado corto el curso anterior y Robert Williams podría estar otra vez en unas condiciones físicas adecuadas tras pasar por el quirófano. 

La salida de Ime Udoka por supuesto acoso a una empleada de la franquicia fue un golpe inesperado. La elección lógica hubiera sido Will Hardy, pero pocos días antes había obtenido permiso para negociar con Utah y cerrado una merecida oportunidad como entrenador jefe en la franquicia mormona, así que el escalafón corrió un puesto más hasta Joe Mazzulla. Los Celtics, alabados por la rápida y fulminante gestión del incidente, se veían con un entrenador novato en una temporada de búsqueda de gloria. 

La temporada regular se saldó con momentos brillantísimos, sobre todo al inicio, llegando a un 21-5 que prometía grandes cosas. También hubo momentos de aviso, de desconexión del equipo y alguna racha con alguna derrota de más. Al final, 57-25 y el segundo puesto del Este y de la Liga, tras los Bucks. Bastante bien, sobre todo habiendo ganado el factor cancha a todos los rivales del Oeste. 

 

¿Pueden estos tres llegar al siguiente nivel?

Las eliminatorias fueron bastante peor. Desde el 4-2 a un equipo de Atlanta bastante limitado que debía haber sido barrido, al 4-3 a Philadelphia que necesitó ganar un sexto fuera de casa y un partido de más de cincuenta puntos de Tatum. Muchas dificultades, demasiadas derrotas en casa, pero una sensación de que estos Celtics iban al trán-trán y que iban a barrer a sus rivales en las eliminatorias finales. 

No fue así. De hecho, Miami Heat se puso 0-3 en las eliminatorias finales del Este (Miami había vencido previamente 4-1 a Bucks y 4-2 a Knicks, después de perder el primer partido del Play-in y llegar a ir perdiendo por más de diez puntos en el segundo, al borde de la eliminación). 

Nadie había remontado un 3-0 en contra (150-0 en la historia) y la sensación era de debacle total. Los mismos que se habían pasado la temporada diciendo que Boston era de lejos el mejor equipo, ahora los calificaban de poco más de ser una banda. Mientras, el equipo ganaba el cuarto, el quinto y el sexto partidos, dos de ellos fuera de casa y el último gracias a un palmeo de Derrick White a una décima del final. Un golpe moral que se suponía definitivo, con la oportunidad de ganar un séptimo fuera de casa y hacer historia. 

Tampoco fue así. 151-0 es el récord actual de eliminatorias que empiezan 3-0. El último partido en casa comenzó con una lesión de Tatum que sin duda marcó el devenir del encuentro. Brown no estuvo a la altura, Brogdon apenas jugó en toda la serie... Solo Derrick White sostuvo el orgullo verde. El resultado 84-103 habla por sí solo. Dominados en el factor mental, con un registro 5-6 en los partidos en casa durante las eliminatorias, hablan de las dificultades en un camino que no debería haberlos sido (Boston se ha enfrentado con el octavo, el séptimo y el tercero). 

 

Urge un repuesto para Horford que reduzca su minutaje


La remontada hasta el 3-3, que solo ha ocurrido cuatro veces en toda la historia, ha servido por lo menos para acallar las voces que pedían ya a gritos dinamitar el proyecto. Pero no se puede negar que la franquicia se enfrenta a un verano que requiere respuestas. 

El equipo ha disputado cinco finales de conferencia en los últimos siete años. Digno de mención, sin duda, pero el récord es 1-4. Y la vez que se ha conseguido llegar a las Finales, se desperdicia una oportunidad de oro para subir la bandera nº18 al techo del Garden. 

O sea que el equipo es competitivo, pero le falta algo para llegar al último escalón, y por el motivo que sea no se está consiguiendo dar con la tecla y puede que sea el momento de hacer retoques...

Lo primero será decidir qué hacer con Jaylen Brown. Da la sensación de que la relación no es la mejor y no me extraña porque tiene que estar aburrido de aparecer en todas las quinielas de traspaso cuando se mueve alguna superestrella en el mercado. Viene de hacer su mejor temporada regular y se ha ganado el derecho a cobrar una morterada al ser elegido en el segundo quinteto de la Liga, pero también su rendimiento ha caído estrepitosamente en las eliminatorias y ahora se pone el foco en su compromiso y en su capacidad de tirar del equipo (injustamente, porque hay que recordar que el año pasado fue exactamente al contrario y se puede decir que fue el mejor celta de las Finales). 

¿Es suficiente para darle 300 millones a partir de 2024? ¿Con otros 300 y pico que habría que darle a Tatum en 2025? La Liga ha endurecido las condiciones a los equipos que superan el impuesto de lujo y parece que no hay hueco para dos contratos supermáximos en el mismo equipo. Está fuera de discusión dárselo a Tatum, que tiene un techo mucho más alto que Brown, así que Jaylen debería tener un contrato a la baja, pero ¿lo aceptará? Lo dudo, así que habría que traspasarlo e intentar sacar la mayor tajada posible. Lo que no será sostenible es gastarse casi el 70% del límite salarial en dos jugadores.

 

No vale un supermáximo, sobre todo si se lo das a Tatum

Por otro lado, el juego interior ha tenido bastantes problemas. Al Horford ya tiene 37 años y se le han visto las costuras en las eliminatorias y la cuesta abajo no va a tener fin. Robert Williams no ha estado físicamente bien apenas en ningún momento de la temporada y no se sabe si alguna vez podrá demostrar todo lo que tiene dentro. Es urgente reforzar este puesto con un jugador que pueda ser titular dado el caso. Los tiempos de parches como Griffin, Kornet o Muscala han terminado. Grant Williams debería volver a tener un papel importante en la rotación, aunque tenga limitaciones físicas y de altura.  

Boston carece de un generador de juego. Ni White, Smart o Brogdon lo son de forma consistente y en demasiadas ocasiones el ataque colapsa en unos contra unos y tripes sin sentido. Ha sido uno de los peores equipos en el clutch, tanto en liga regular como en play offs.

El fondo de armario ha seguido siendo un problema en el año en que parecía que se habían solventado los problemas. Al final Mazzulla ha reducido la rotación a seis jugadores y medio, por obligación (lesiones de Gallinari y Brogdon al final) y también por elección (Pritchard, Hauser y, sobre todo, Williams). No es sostenible en eliminatorias largas, porque el equipo tampoco ha sido capaz de cerrarlas por la vía rápida. 

 

El peso de la historia

 

Por último, hay que pensarse si Mazzulla es el hombre adecuado para llevar el timón. Ha dado la sensación de haber perdido el control del vestuario y parece haberse beneficiado de la inercia de un proyecto encarrilado. En una postemporada que había estado repleta de grandes nombres, podía haber sido el momento de rascarse el bolsillo y fichar a uno de ellos. No creo que eso ocurra, ya que los más destacados han sido ya fichados mientras Boston agonizaba en la final de conferencia y porque Brad Stevens apostó por él y seguramente le dará una nueva oportunidad. 

Todos los puntos anteriores tendrán difícil solución. El tema de romper la pareja Brown-Tatum va a dar seguro que hablar, porque son todavía muy jóvenes. Aunque la sensación de que el proyecto ha tocado techo si no se hacen retoques, ha sido muy fuerte. Veremos qué se le ocurre al bueno de Brad, pero tres finales y un título desde 1986 se antoja demasiado poco para esta franquicia. 

El hueco en el techo del Garden espera decisiones valientes.