12 de febrero de 2022

La paradoja Rubio

Vaya por delante que he sido un hater de Ricky Rubio durate muchos años. He sido, porque a golpe de evidencia, se ha encargado de hacerme tragar mis palabras poco a poco. 

Ricky Rubio lleva la friolera de quince años en la élite del baloncesto mundial, quemando etapas a una velocidad vertiginosa desde que don Alejandro le hiciera debutar con apenas catorce años. Un poco después, con diecisiete, se encargó de dirigir a la selección española en la final de los JJOO de Pekín, en uno de los partidos más míticos del baloncesto FIBA. 

Su paso por el Barcelona, su número cinco del draft, una serie de lesiones graves y últimamente el periplo por diferentes franquicias de NBA mientras se iba convirtiendo en el nuevo líder de nuestro Equipo Nacional. 

Esos primeros años yo pensaba que había un hype excesivo en torno a su figura. Siempre he reconocido que es un tío muy listo jugando al baloncesto, pero también pensaba que su defensa iba más encaminada al robo que realmente a defender y siempre le he achacado una falta de ambición por mejorar su tiro. No se olvida aquella eliminatoria de Euroliga en la que el zorro Obradovic eliminó al Barcelona precisamente dejando vía libre al tiro de Ricky mientras sobrecargaba la zona intermedia, negando el juego rápido en el que más brilla el base y convirtiendo los partidos en una guerra en el barro, donde menos aporta al juego colectivo.

En esos tiempos teníamos a Calderón y luego al Chacho en plenitud de condiciones. A mí me parecía un despropósito que cualquiera de los dos no estuviera en cancha. Ricky acumulaba internacionalidades y medallas, pero no me acababa de convencer. Mientras, en la NBA era indiscutible en Minessotta y algo menos en Utah. 

Llegó entonces 2019 y el Mundobasket en el que España demostró al mundo que no se puede nunca subestimar el corazón de un campeón y se coronó por segunda vez como dominador del basket FIBA. El Equipo Nacional, falto de referentes y con Pau Gasol lesionado, se apoyó como nunca en sus veteranos, curtidos en mil batallas, algunos faltos de gasolina pero sobrados de corazón. Y el soporte más sólido, más aún que un Marc Gasol que parecía predestinado a dominar ese campeonato, fue Rubio. Completó un campeonato estratosférico y fue nombrado MVP del Mundobasket, encadenando actuaciones sobresalientes una detrás de otra. 

Y ese año creo que comienza la paradoja Rubio. 

Firmó con Phoenix Suns en un movimiento que parecía un paso atrás, dejando un equipo competitivo para caer en otro al que solo se le recordaban glorias pasadas. Pero él, manteniendo el estado de gracia en una temporada que se complicó muchísimo por efecto de la pandemia, jugó un baloncesto sobresaliente marcando unas medias en puntos, rebotes y asistencias a la altura de sus mejores años y siendo uno de los culpables del casi-milagro de la burbuja de Orlando en la que, viniendo desde atrás se colaron en el play - in y estuvieron a puntito de clasificarse para los play-offs. 

Lo que pasó entonces no fue demasiado comprensible en ese momento aunque por lo visto después, los gerentes de Phoenix acertaron plenamente: Rubio fue sustituido por Chris Paul y se encaminó de nuevo a los Timberwolves previo paso fugaz por los Thunder y aterrizó en un equipo sin rumbo desde la marcha de Garnett ya en 2008. Su media de puntos fue la más baja de su carrera y sus números se desplomaron. 

Una temporada traumática que enderezó en lo personal con otra grandísima actuación en los JJOO de Tokio 2021, siendo el motor de una España dramáticamente envejecida en el partido de cuertos de final ante Estados Unidos. Él fue el único motivo para soñar en aquél triste amanecer de agosto, superando incluso el récord anotador de Pau Gasol en otro partido para olvidar, el jugado contra China por el séptimo puesto en los JJOO de Atenas. 

Casi al mismo tiempo, Ricky había sido traspasado a los Cavs, otro equipo al que los analistas daban un puesto seguro en el sótano de la Conferencia Este, pero que gracias a buenas decisiones en el draft, al renacimiento como sexto hombre de Kevin Love y también al tremendo baloncesto que ha salido de las manos de Ricky, se convirtió en una de las revelaciones de esta temporada y aún hoy está compitiendo por ser cabeza de serie en los Play-offs, una vez que ya tienen la clasificación casi asegurada. 

 

En esas estábamos, con mejor marca de puntos de su carrera y verdaderas exhibiciones de dominio y liderazgo, cuando su rodilla se partió y le dejó sin temporada. La última noticia aciaga, el traspaso de su expiring contract a Indiana. Este movimiento amenaza la contiuidad de su carrera NBA y a su vez acerca su regreso a Europa, más por convicciones personales que por juego aunque haya dudas de cómo va a volver ya con casi treinta y dos años y varias lesiones graves de rodilla. 

Es por eso que yo, un converso de don Ricky Rubio, observo con estupor esa cuesta abajo en cuanto a valor y prestigio en el baloncesto NBA (interrumpida esta temporada hasa esa dolorosa lesión) al tiempo que su valor y prestigio en el baloncesto FIBA nunca había estado tan alto y era reconocido como uno de los mejores jugadores y líderes de la actualidad. 

¿Son tan diferentes ambos baloncestos? Puede ser, y más desde hace unos años con la explosión del juego exterior en detrimento de casi todo lo demás que se practica al otro lado del charco. 

No obstante el prestigio de Ricky permanece intacto en los ojos de los aficionados. No solo por su juego, sino por el ejemplo que es para muchos en cuanto a filosofía vital. Ricky Rubio, además de gran jugador, se está destapando como un referente para la sociedad, siempre con un discurso mesurado y meditado, lo cual es tanto o más importante para acabar de convertirse en uno de los más grandes. 

 

Como digo, hace años pensaba que hacía bajar el nivel de nuestro Equipo Nacional. Hoy creo que está a un nivel superior a cualquiera de los bases que han marcado época, Corbalán, Solozábal, Calderón o el Chacho. Les ha dejado atrás, pasándoles por la derecha y arrancándoles las pegatinas, cuando ya parecía que su larga carrera había llegado a su punto más alto. 

Enhorabuena, don Ricardo. Espero con interés sus próximos movimientos y me gustará verle de vuelta si así lo decide.