25 de agosto de 2018

Bomba desactivada

Se va.

Juan Carlos Navarro, la Bomba, anunció hace unos días su retirada después de más de veinte temporadas en el baloncesto profesional (debutó en ACB con apenas diecisiete años y se va con treinta y ocho cumplidos). Toda una vida.

Tres camisetas: la del FC Barcelona, a través de sus varias denominaciones en estas décadas; la de Memphis Grizzlies, una sola temporada en la que demostró valer para hacer carrera al otro lado del charco y en la que seguramente pesó mucho la marcha de Pau a los Lakers en febrero de 2008; y la del Equipo Nacional, con la que tantos éxitos cosechó. 



Recuerdo la final del Campeonato del Mundo Junior, con Pedro Barthe al micrófono. Una gesta que pensábamos iba a ser irrepetible (qué poco acostumbrados estábamos entonces a ganar; ahora un bronce nos sabe a poco), en la que uno chavalito espigado y que tiraba a una mano muy bombeado era uno de los actores principales. No debemos olvidar que en aquel equipo cortaban el bacalao tres tipos, un base, un alero y un pivot (Raül López, Juan Carlos Navarro y Germán Gabriel) y que el resto tenían papeles mucho más limitados. Incluso un chaval aún más espigado, mucho más, que luego despegó en un cohete y que se convirtió por méritos propios en el mejor jugador de la historia del baloncesto español, sin discusión. 

Con los mejores no desentonó

Volvamos a nuestro protagonista... Un chaval espigado y escurridizo, con un instinto asesino. Destrozaba rivales, uno tras otro, con cualquiera de las camisetas que ha llevado, a cualquier nivel y en cualquier circunstancia. Y eso que parecía frágil, pero el tío las enchufaba de todos los colores y, si se te ocurría hacerle una falta, te machacaba desde la línea de personal. 

Puede ser injusto que alguien como él que, por talento y resultados, podría ser el estandarte del baloncesto patrio, vaya a ser recordado siempre a la sombra de un chaval de Sant Boi con el que nadie, ni su mejor amigo, admite comparación. 



Pero siempre nos quedará esa sensación de que, cuando tenía el balón en sus manos, iba a pasar algo. Generalmente, algo bueno. Quizá le faltó el tener la capacidad de llevar al Equipo Nacional a mayores cotas de éxito las pocas veces que jugó sin Pau. Quizá esto también sea injusto, porque primero Nowitzki en el Eurobasket de 2005 y luego Teodosic en el Mundobasket de 2010 nos sacaron del camino con dos tiros que muy bien podían no haber entrado. Quizá entonces la historia se estaría escribiendo de otra forma. 

Para el recuerdo nos quedará la exhibición en el Eurobasket 2011. Sobre todo el partido de semifinales contra Macedonia, triple a una pierna incluido. Algo menos, los primeros minutos de la final de los Juegos Olímpicos de Londres en 2012, manteniendo al equipo en el marcador sin que ninguno de los USA Boys pudiera hacer nada al respecto.



Es probable que el Padre Tiempo le haya alcanzado hace ya algunos años. Ya el año pasado no estaba para ir a la Selección (en cambio, se le convocó para superar el record de 239 internacionalidades de Epi) y probablemente tampoco esté para tener un papel reseñable en el Barcelona. La (triste) sensación que me queda es que se ha aprovechado de su nombre y de su impresionante pasado, para estirar una carrera que en buena lid debería haberse terminado hace al menos dos o tres años. 

No obstante lo dicho, Navarro es sin lugar a dudas uno de los tres mejores jugadores de la historia del baloncesto español, solo por detrás de Pau Gasol. 

Gloria eterna a La Bomba

15 de agosto de 2018

Doncic NBA

Y al final pasó. 

Estaba cantado que una vez terminada la temporada, Luka Doncic se declararía elegible en el draft de la NBA. Y estaba cantado que iba a salir elegido en una posición que haría del todo irrenunciable que diera el salto a la que dicen es la mejor liga de baloncesto del mundo. 

Bueno, aunque por momentos se especuló con que podría ser el número uno de su promoción, la tercera posición del draft no está nada mal. Elegido por Atlanta Hawks, fue de inmediato traspasado a los Dallas Mavericks, para compartir vestuario y cancha con un mito del baloncesto como Dirk Nowitzki. Será de seguro un intercambio que dará que hablar en el futuro, para bien o para mal. 

No hay dudas de que Doncic está lo suficientemente maduro para dar el salto, a pesar de tener diecinueve años. Su juego ha sido dominante en Europa, pasando por el título del Eurobasket 2017 con su país y pasando por los títulos de club con el Real Madrid. No ha habido jugador en el continente que le discutiera su estatus en, al menos, el último par de años. 

Doncic y Nosferatu


Es más, pudiera darse el caso de que, de quedarse una o dos temporadas más, su juego sufriera una regresión debido a la falta de retos por superar que le quedaban y la gran diferencia con la inmensa mayoría de sus rivales. 

Por supuesto no han faltado aquellos que, sobre todo al otro lado del charco, ponen en duda los logros de Doncic, con el bocachanclas de Charles Barkley al frente. Tampoco sorprende, dada la mentalidad yanqui.

Aunque también está por ver que se cumpla lo que muchos, llevados por la euforia, vaticinan desde Europa: que Doncic se va a comer a sus rivales desde el minuto uno. 

No lo tengo yo tan claro. Y no por que al chico le falte calidad, sino porque creo que le falta físico. No es Dragic, no es Llull, no es Bogdan Bogdanovic... si me apuras no es Rudy Fernández.... Es un chico muy bueno, grande para jugar de base e incluso de escolta, con un atleticismo digamos que medio. 

¿De qué va a jugar allá? Claramente en una de las tres posiciones exteriores (es versátil y eso le va a favorecer a hacer carrera), pero va a sufrir mucho en defensa y puede que hasta en ataque ante jugadores mucho más físicos y atléticos en cualquiera de las posiciones. Le va a faltar rapidez frente a los bases y muchos escoltas, y le va a faltar corpulencia ante los aleros. 

La madre que lo parió

Habrá que ver cómo se adapta a pasar de ser un jugador dominante que controla el balón la mayor parte del tiempo (se ha beneficiado de la lesión de Llull para ser el referente absoluto del Real Madrid) a ser un jugador más en una liga de fenómenos atléticos con los que tendrá que lidiar noche sí, noche también. 

Esperemos que el equipo en el que ha tenido la suerte de caer, los Dallas Mavericks, tengan paciencia con él. En principio no va a tener mucha competencia por el puesto, así que es previsible que juegue un buen puñado de minutos. Eso es importante para progresar en el primer año, tras el que estaremos en una mejor posición para tratar de vislumbrar lo que le depara el futuro al niño prodigio del madridismo.

3 de agosto de 2018

Terremoto en la NBA

Tengo muy abandonado este blog de Veinticuatro segundos y hay muchas, demasiadas, cosas que debería comentar. Pero hoy me centraré solo en el terremoto que hace unos días ha sacudido a la NBA: el fichaje de LeBron James por los Lakers. 

Estaba (casi) cantado. A pesar de haber llegado a las Finales, los Cavaliers no eran un buen equipo. Salvo LeBron y Kevin Love, poco más ha habido. Tanto, que James ha batido el record de partidos de cuarenta puntos o más para poder llevar a su equipo a cotas tan altas, consiguiendo batir al campeón de la Conferencia Este (Raptors) y posteriormente a unos Celtics muy mermados que, aún y así, forzaron un séptimo partido en el Garden (ha sido, por cierto, la primera vez en la historia de la liga en que los Celtics son eliminados en una eliminatoria que comenzaran ganando 2-0). 


Tú dame el balón, quítate de en medio y dile a tu
padre que tenga la boca cerrada. Del resto me encargo yo.


Un James de 33 años y quince temporadas a sus espaldas. Casi 39 minutos de media en 1.143 partidos de temporada regular (42 minutos de media en 239 partidos de eliminatorias). Mucho kilometraje en las piernas. 

Pero LeBron James es con seguridad el mejor jugador del mundo hoy en día. O, si no lo es, el que más impacto tiene individualmente (más que Curry, más arropado por otros tres fenómenos). Y lo es porque,  a pesar de todos los datos demoledores de minutaje y carga física, ha sido capaz de promediar esta temporada más puntos que su media de carrera. No solo eso, ha igualado su mejor marca reboteadora de siempre (8,6 capturas) y ha registrado su mejor media de asistencias de su carrera (9,1 pases de canasta), estableciendo en este último apartado un record para un alero (ni Larry Bird ni Scottie Pippen, los hasta ahora paradigmas de eso que los yanquis llaman point-forward, lograron siquiera acercarse). 

Item más, esta decimoquinta temporada es la primera en la que LeBron James juega los 82 partidos de la temporada. 

En fechas recientes hemos visto un estudio que indica que James dosifica su esfuerzo como nadie. Pasa caminando casi el 80% del tiempo que está en la cancha, pero lo que hace el 20% restante está al alcance de muy pocos. Además, visto lo visto, si las lesiones le respetan, no es previsible un paso atrás en su juego en al menos dos o tres años, tras los cuales debería venir un progresivo crepúsculo. Pero, amigos, ese crepúsculo tendrá más luz que el mediodía del 90% de los jugadores.

O sea, los Lakers se convierten automáticamente en un candidato a las eliminatorias por el título, aunque no directamente en un candidato al título. Hay mucha pólvora en el Salvaje Oeste y los Warriors siguen siendo, de lejos, el mejor equipo de la Liga (hablaremos también de lo que significa el fichaje de Demarcus Cousins). Es más, los Lakers tendrán difícil plantarse en la Final de Conferencia, a poco que los Rockets tengan una temporada decente. 

¿Qué significa todo esto para el resto de la Liga?  Los Celtics se convierten, también de manera automática, en el mejor equipo de la Conferencia Este. Y se prevé que mantendrán duelos encarnizados con los Sixers de Filadelfia por plantarse en las Finales durante al menos un lustro, si no más tiempo. Como a principios de los ochenta. Vieja escuela.