23 de septiembre de 2012

Una vida con la selección - Mundobasket ´82

En los primeros años de la década de los 80, la Selección estaba dando pasos firmes para afianzarse en el grupo de cabeza del baloncesto europeo y mundial. Los éxitos de los Juegos Olímpicos de Moscú en 1980 y, sobre todo, la cuarta plaza lograda en el Eurobasket de Praga de 1981, hacían presagiar que en este Mundobasket de 1982, que se celebraría en Colombia, se podía mantener el nivel mostrado hasta entonces. 

El resultado fue mucho mejor de lo esperado. 

El mecanismo de competición era un poco rocambolesco: doce selecciones se dividieron en tres grupos de cuatro. Los dos primeros de cada grupo se unieron en un grupo final del que saldría la lucha por las medallas. Es en este punto en el que se incorporaba la selección anfitriona, Colombia. 

España quedó encuadrada en el grupo A junto a los Estados Unidos, Panamá y China. En el grupo B estaba la Unión Soviética, Costa de Marfil, Brasil y Australia. En el grupo C, la vigente campeona Yugoslavia, Checoslovaquia, Uruguay y Canadá.

El grupo B fue dominado con claridad por el gigante soviético. Brasil, a priori el candidato a la segunda plaza, perdió en la jornada inaugural con Australia (73-75), lo que hacía imprescindible la machada de vencer a los rusos. Al final no pudo ser y la Unión Soviética y Australia pasarían a la siguiente fase. 

En el grupo C, Yugoslavia fue ganando con solvencia a todos sus rivales, decidiéndose la segunda plaza en un partido trepidante entre canadienses y checoslovacos que ganarían los primeros por cinco puntos (104-99). 

¿Y qué fue de España y del grupo A? La cosa comenzó durilla, con una trabajada victoria ante los panameños por 88-85. En la segunda jornada, España dio buena cuenta de China (108-78) y dejaba los deberes hechos para el tercer partido, ante los imbatibles estadounidenses. 

Pero resulta que, en uno de esos partidos que quedan para el recuerdo, y con la actuación estelar de Juan Antonio Corbalán, España venció a los americanos del norte por primera vez en su historia (109-99). Hay que recordar que por aquel entonces los americanos enviaban a jugadores universitarios a competir internacionalmente, tan superiores eran sus chicos de veinte años ante jugadores que llevaban toda la vida en esto. 



La repercusión de la victoria fue tal que TVE desplazó un equipo hasta Colombia y a partir de ahí se retransmitió la segunda fase en la televisión nacional. Hasta ese momento, los aficionados solo podían seguir la competición a través de los periódicos y de alguna emisora de radio.

Por otra parte, las expectativas se pusieron por las nubes. Había que ver cómo se comportaría el equipo en el grupo final, para el que se arrastraban los resultados de la primera fase. Mal se tenía que dar para que no se lograra algo grande.

El primer partido fue ante los anfitriones colombianos, que se llevaron una pana de 137-84 (eran otros tiempos, claro, pero la Selección metía puntos como churros, gran parte de ellos provenientes de Epi y Sibilio, ambos entre los diez máximos anotadores del campeonato). En la siguiente jornada se ganó a los canadienses, por aquellos tiempos una selección de gran nivel en la que sobresalía Jay Triano (83-80), lo que allanaba considerablemente el camino. Los soviéticos nos bajaron un poco de la nube, aunque se compitió (derrota por 93-106). Fueron los plavi los que nos dieron un severo correctivo (91-108) que dejaba todo por decidir en la última jornada ante la sorprendente Australia. De ganar, España lucharía por el bronce. 

Y se ganó por un claro 99-87. La Selección había logrado la mejor clasificación de su Historia en un Mundobasket, mejorando el quinto puesto logrado en 1974. Ahora, a afrontar el partido por la medalla de la mejor forma posible. 

El resto de la segunda fase transcurrió más o menos según lo esperado. Colombia fue una comparsa y perdió sus partidos por una diferencia media de más de 30 puntos. Canadá tuvo bastante mala suerte (-2 contra Estados Unidos, -3 contra España, -6 contra Australia).  Los estadounidenses no perdieron ningún partido más y aunque sufrieron frente a sus vecinos (71-69), derrotaron a las otras favoritas: 99-93 ante los soviéticos y 88-81 ante los plavi.

La última jornada dejaría un partido de máxima rivalidad, envenenado, entre la Unión Soviética y Yugoslavia. El ganador se mediría ante Estados Unidos por el oro. El perdedor, se vería las caras ante España por el bronce. Serían los soviéticos quienes se llevaran el gato al agua por 99-94.

Así que España ya tenía rival por el bronce: una generación yugoslava ya crepuscular pero llena de calidad y que daba uno de los últimos momenots de gloria antes de pasar un par de campeonatos algo adormecida. El partido, como dice su resultado, fue espectacular. Pero no pudo ser y España cayó por 117 a 121. 

La final fue también algo grande. Los soviéticos ganaron 95-94 y se llevaron el campeonato ante el enemigo americano. Un chaval de 17 años, que no había jugado nada, no paraba de dar saltos por la pista. Era un tal Arvydas Sabonis.

El actual entrenador de los Celtics de Boston, Glenn Rivers, fue elegido mejor jugador del campeonato. En el quinteto ideal lo acompañaron Kikanovic, Tkachenko, Myskhin y nuestro Juanito Corbalán. 

Por los soviéticos del eterno Gomelski, estuvieron: Eremin, Tarakanov, Sabonis, Lopatov (suegro de Kirilenko), Valters, Tkachenko, Myskhin, Iovaisha, Belostenny o Homicius. 

Por los estadounidenses, aparte de Rivers, gente como Antoine Carr, Joe Klein, John Sundvold, Mark West o el mítico John Pinone. 

Por los plavi: Dalipagic, Delibasic, Kikanovic, Jerkov, Alexander Petrovic, Knego, Radovanovic o Vilfan. 

Por España con el no menos eterno Díaz Miguel: Brabender, Costa, Sibilio, Margall, Jiménez, Romay, Martín, Corbalán, Solozábal, De la Cruz, Iturriaga y Epi.

Se asentaba una generación de jóvenes, dirigidos por un Corbalán en la plenitud de su trayectoria deportiva. Con pocos cambios, estos serán los nombres que veremos en los próximos campeonatos. 

El gran Wayne Brabender se despidió tras este torneo, ya con 37 años y exactamente 190 partidos internacionales. Aún hoy, es el quinto jugador en la lista histórica tras Epi, Buscató, Navarro y Felipe Reyes.

Al mismo tiempo, debutó un jovencito de Carmona, con una nariz superlativa, que revolucionaría el baloncesto nacional y fue una de las causas principales del dominio del FC Barcelona en la liga durante los últimos años de la década de los ochenta y el inicio de la década de los 90: Andrés Jiménez.




8 de septiembre de 2012

Un equipo de playstation

La temporada pasada ha sido, sin duda, un fracaso para Los Ángeles Lakers. Intentaban reponerse del varapalo de 2011 ante los Mavericks y casi que ha sido aún peor, sudando tinta para eliminar a los limitados Nuggets y siendo arrollados por los pujantes Thunder.

De seguro que iba a haber movimiento en la Casa Amarilla y, una vez más, todos los boletos para salir parecía tenerlos un chico blanco, alto, delgadito y bien educado que responde al nombre de Pau. 

No ha sido así después de, lo que creo, un aciertazo por parte de Los Ángeles.

Y no será porque no se han movido. Al contrario, lo han hecho mucho y bien. Han formado un equipo con el que soñaría cualquier aficionado al NBA 2KXX, por ejemplo. Un equipo para arrasar con la Playstation. 

Primero se hacen con un genio. Con Steve Nash. Por una bagatela, dicen. Nada de Gotham; nada de volver al frío Canadá. El tío quiere estar cerca de sus hijos y se la pela el dinero. Steve Nash se viste por los pies, no hay duda. Y es un genio del baloncesto. Son incontables los compañeros a los que ha hecho infinitamente mejores. Muchos de ellos consiguieron sus mejores medias anotadoras... Si hace que medianías como Marcin Gortat parezca hasta bueno. 

Luego, contra todo pronóstico, empaquetan a Bynum a Filadelfia y se traen a Superman. Bueno, a Dwight Howard. Probablemente el cinco más determinante de la NBA en la actualidad y un 20-10 con patas que además pone pinchos de merluza como los del casco viejo de Bilbao. 

Pase de pecho a Kobe


Y se queda Pau Gasol, sin duda el jugador más determinante del baloncesto FIBA y un cuatro como hay pocos en la NBA. Un tío que encajará perfectamente en el equipo aunque su importancia en ataque no sea como fue. 

Y no olvidemos un fichaje que ha pasado de puntillas y que para mí es determinante: Antawn Jamison. Un cuatro que tiene medias de casi veinte puntos y ocho rebotes en su larga carrera profesional, con la cabeza bien asentada y que sigue dando un rendimiento sobresaliente en todos los equipos en los que ha estado. A poco que se mantenga la cosa, dará un subidón al ataque mientras se sientan los pivots titulares y tendrá bastantes minutos (cuando coincida con Gasol, supongo que éste jugará de cinco, lo que no le vendrá nada mal). 

Un equipo sobre el papel equilibrado, mucho más que los Heat, y que se ha convertido de la noche a la mañana en claro candidato al título. 

También es un equipo con dudas. Entre ellas, la edad (Nash tiene 38, Bryant va para 35, Gasol tiene 32, Jamison tiene 33 o 34...). Pero yo creo que ese no es el problema. El problema tiene nombre y apellidos: Kobe Bryant. 

El equipo funcionará en tanto en cuanto éste supremo egoísta del baloncesto pierda su protagonismo y juegue, de una puñetera vez, para el bien del conjunto. Si no es así, los Lakers se van a comer los mocos. 

Este tío tiene que dejar de tirar 25 veces a canasta (para meter, con suerte, 8 o 9 tiros), de los que aproximadamente 10 serán unas mandarinas descomunales. Tiene que dejar jugar a Steve y que tenga el balón. Tiene que dejar que las posesiones se repartan y que el equipo aproveche las innumerables opciones que tiene. 

No veo un conjunto más equilibrado y serio en ataque que los Lakers (aparte de Spurs y Celtics, quizá), pero....

Mi pronóstico: Kobe la cagará. 


1 de septiembre de 2012

Una vida con la selección - Eurobasket ´81

Siguiendo con la fantastiserie dedicada a mis recuerdos con la Selección Española de Baloncesto, toca el turno a rememorar el Eurobasket celebrado en Praga en 1981.

Lo habíamos dejado tras el subidón de haber conseguido el 4º puesto en los JJOO de Moscú, el año anterior y tras la renovación de 1979, pero con la duda de saber si el equipo era realmente competitivo o si únicamente había tenido suerte al faltar selecciones bastante potentes en el panorama deportivo mundial debido al boicot americano. 

Pronto saldríamos de dudas.

El eterno Antonio Díaz Miguel volvía a ser el seleccionador, confeccionando un equipo que mezclaba veteranos ilustres con jóvenes de calidad: Corbalán, Epi, Brabender (36 años a sus espaldas), Sibilio, Flores, Solozábal, Rullán, De la Cruz, Costa, Margall, Romay y un jovencísmo Fernando Martín, que luego daría mucho que hablar. 

La mecánica del campeonato consistía en 12 selecciones divididas en grupos de 6. Los tres primeros de cada grupo jugaban contra los otros tres primeros del grupo contrario, arrastrando los resultados entre sí. El primero y el segundo de este grupo pasaba directamente a la final mientras que el tercero y el cuarto competían por el bronce. 

España quedó encuadrada con Gran Bretaña, Francia, Grecia, Israel y Checoslovaquia, a priori el más sencillo porque en el otro quedaron los cocos: Alemania, Italia, Polonia, URSS y Turquía. 

No se defraudaron las expectativas, quedando primera de grupo con un inmaculado 5-0 y una diferencia media de 18 puntos y anotando más de 90 puntos por partido. Francia (102-93), Israel (89-81), Checoslovaquia (72-69), Inglaterra (78-47) y Grecia (111-72) no fueron rival para el combinado nacional. El objetivo se cumplía con creces, mientras que Checoslovaquia, con una victoria, e Israel acompañaban a la siguiente fase.

Allí esperaban la URSS, también invicta y ganando por más de 22 puntos de diferencia media y que había ganado por 30 a Italia y por 20 a Yugoslavia. Los plavi fueron segundos e Italia tercera.

Quedaba ahora refrendar lo mostrado hasta entonces. Salvo debacle, se debería competir por las medallas, para lo que únicamente se necesitaba una victoria que llegó con un 87-86 agónico contra Italia. Y menos mal, porque aunque se compitió contra los intratables soviéticos (101-110) en lo que seria el partido más ajustado en su impecable campeonato, los yugoslavos nos pasaron por encima (72-95) en un partido que, de haber ganado, nos habría catapultado hasta la final. 

Israel, plata dos años antes en Turín, se fue de vacío con un balance 3-5 y habiendo ganado solo a las selecciones más débiles. Italia tampoco fue mucho más allá, con solo una victoria en el grupo de los buenos.

La final fue otro paseo para los soviéticos, que aplastaron a sus archirivales plavi por 84 a 67. En el partido por el bronce, España no pudo repetir ante los anfitriones la victoria de la fase de grupos, sucumbiendo por 90 a 101. 

No obstante, los pasos que se estaban dando iban en la buena dirección. El equipo progresaba y demostraba que podía competir imponiendo un ritmo frenético de defensa y contraataque, poco especulativo y que sería el sello de este equipo durante la primera mitad de la década de los 80. 

Los nombres de los componentes de la escuadra soviética eran para asustar: Valters (mejor jugador del campeonato), Belov, Mishkin, Tkachenko, Belostenny, Iovaisha, Eremin, Tarakanov, Lopatov... Un equipo que no tenía rival en lo físico y con suficientes buenos jugadores como para sobreponerse al a veces trasnochado juego impuesto por Gomelski. 

No pesan los años, pesan los quilos, amigo Sergei


Tanjevic, por su parte, dirigió a una generacion gloriosa pero envejecida que iba demostrando que el paso de los años pasaba factura en su juego. Aún así, la nómina de estrellas era superlativa: Kosic, Dalipagic, Delibasic, Kikanovic, Knego, Vilfan