31 de diciembre de 2018

Me como mis palabras (otra vez)

No tengo precio como analista NBA. 

Uno de mis últimos éxitos fue dudar del impacto y la carrera de Luka Doncic en la NBA, y aunque parece que tenía sólidos argumentos para hacerlo, saltaron por los aires a los pocos partidos. 

Doncic no solo ha tenido un impacto inmediato en el equipo y en la Liga (los Mavericks están 17-18 a estas alturas del año, lo que no es poco), sino que con su juego ha ridiculizado a todos aquellos que han/hemos dudado de él. 

Viéndole jugar parece mentira que estemos ante un jugador de apenas diecinueve años de edad. Pero este chico ha sido campeón de la Liga Endesa, campeón y MVP de la Euroliga de Baloncesto, campeón de un Eurobasket siendo el líder de Eslovenia (aún más que Goran Dragic). 

Me parecía que le iba a faltar físico y velocidad para jugar en esa Liga, que iba a ser un jugador más, un blanquito europeo al que se iban a comer los jóvenes afroamericanos en un banquete baloncestístico brutal. Y ha sido exactamente al revés.

Una vieja gloria, una nueva estrella y uno que pasaba por allí


Doncic tiene un IQ baloncestísticos muy superior a la media, manejo del balón y tiro. No hay más que ver un par o tres resúmenes de sus partidos para ver que estamos ante un jugador especial. De hecho, ya hay quien dice que la pregunta no es si Doncic va a jugar el All-Star, sino cuántos va a jugar. 

Ha ido derecho al estrellato y todo parece que, a poco que le respeten las lesiones, no va a abandonarlo en muchos años. 

Seguramente los Hawks estarán tirándose de los pelos por haberse quedado con Trae Young quien, aunque con unas estadísticas más que decentes, está lejos de tener la influencia en el juego que tiene Doncic y de acercarse a sus porcentajes de tiro. 

El único riesgo para que Doncic no se lleve el ROY, es DeAndre Ayton, el fenómeno de 2,16 que está jugando en Phoenix y que le supera en PER y en Win Shares.Veremos hasta qué punto la procedencia de Doncic y se valora o no lo que está haciendo en un equipo con más expectativas que los Suns.

2 de septiembre de 2018

Hasta siempre, narigón

Han sido dieciséis temporadas del narigón en la NBA. Manu Ginóbili, probablemente el mejor jugador argentino de la historia, ha decidido colgar las botas antes de comenzar la temporada en la que cumpliría 41 años. 

Campeón de la Euroliga hace ya muchos años con la Virtus de Bolonia (¿a dónde ha ido a parar este equipo histórico), fue elegido por San Antonio Spurs en la segunda ronda del draft en 1999. Otro robo de los tejanos, que llevan ya más de dos décadas sorprendiendo y reinventándose. 

Posterizando a "la barba"

Después, en 2004 y cuando ya jugaba en la NBA, ganaría con Argentina los JJOO de Atenas, además de vence a los USA Boys en semifinales (en aquellos juegos en los que España debería haber llegado, al menos a semis). 

Si añadimos los cuatro títulos NBA, se convierte en el segundo jugador de la Historia del Baloncesto en conseguir esta triple corona, solo después de Bill Bradley (que lo hizo con la Simac de Milán y los Knicks de Nueva York). 

Al otro lado del charco le contamplan 16 temporadas, más de mil partidos, más de catorce mil puntos, cuatro mil asistencias y casi cuatro mil rebotes. Y todo ello jugando apenas veinticinco minutos por partido (solo en 2010-11 promedia más de treinta). Además, con Parker y Duncan, forma el trío más ganador de la Historia de la NBA (701 victorias), por encima de Bird-McHale-Parish (540)

El maestro del euro-step, jugador comprometido, tanto en ataque como en defensa, ha dejado multitud de momentos estelares. Pero sobre todo será recordado por el corazón que ponía en cada jugada y en la lucha por cada balón. Un jugador de aquellos que siempre quieres en tu equipo, que da el máximo en los minutos que le toquen en suerte y que no tendrá problemas en ser un sexto hombre en lugar de salir en el quinteto titular. 

Recogiendo los bártulos


Será recordado por muchos, aunque en el baloncesto FIBA se haya prodigado más bien poco en los últimos años y sea más desconocido. O, más bien, menos reconocido. Aunque está a la altura de Gasol, Nowitki o Parker como uno de los protagonistas estelares de nuestro deporte en estos comienzos del siglo XXI.

Un jugador de los que ya no quedan.

25 de agosto de 2018

Bomba desactivada

Se va.

Juan Carlos Navarro, la Bomba, anunció hace unos días su retirada después de más de veinte temporadas en el baloncesto profesional (debutó en ACB con apenas diecisiete años y se va con treinta y ocho cumplidos). Toda una vida.

Tres camisetas: la del FC Barcelona, a través de sus varias denominaciones en estas décadas; la de Memphis Grizzlies, una sola temporada en la que demostró valer para hacer carrera al otro lado del charco y en la que seguramente pesó mucho la marcha de Pau a los Lakers en febrero de 2008; y la del Equipo Nacional, con la que tantos éxitos cosechó. 



Recuerdo la final del Campeonato del Mundo Junior, con Pedro Barthe al micrófono. Una gesta que pensábamos iba a ser irrepetible (qué poco acostumbrados estábamos entonces a ganar; ahora un bronce nos sabe a poco), en la que uno chavalito espigado y que tiraba a una mano muy bombeado era uno de los actores principales. No debemos olvidar que en aquel equipo cortaban el bacalao tres tipos, un base, un alero y un pivot (Raül López, Juan Carlos Navarro y Germán Gabriel) y que el resto tenían papeles mucho más limitados. Incluso un chaval aún más espigado, mucho más, que luego despegó en un cohete y que se convirtió por méritos propios en el mejor jugador de la historia del baloncesto español, sin discusión. 

Con los mejores no desentonó

Volvamos a nuestro protagonista... Un chaval espigado y escurridizo, con un instinto asesino. Destrozaba rivales, uno tras otro, con cualquiera de las camisetas que ha llevado, a cualquier nivel y en cualquier circunstancia. Y eso que parecía frágil, pero el tío las enchufaba de todos los colores y, si se te ocurría hacerle una falta, te machacaba desde la línea de personal. 

Puede ser injusto que alguien como él que, por talento y resultados, podría ser el estandarte del baloncesto patrio, vaya a ser recordado siempre a la sombra de un chaval de Sant Boi con el que nadie, ni su mejor amigo, admite comparación. 



Pero siempre nos quedará esa sensación de que, cuando tenía el balón en sus manos, iba a pasar algo. Generalmente, algo bueno. Quizá le faltó el tener la capacidad de llevar al Equipo Nacional a mayores cotas de éxito las pocas veces que jugó sin Pau. Quizá esto también sea injusto, porque primero Nowitzki en el Eurobasket de 2005 y luego Teodosic en el Mundobasket de 2010 nos sacaron del camino con dos tiros que muy bien podían no haber entrado. Quizá entonces la historia se estaría escribiendo de otra forma. 

Para el recuerdo nos quedará la exhibición en el Eurobasket 2011. Sobre todo el partido de semifinales contra Macedonia, triple a una pierna incluido. Algo menos, los primeros minutos de la final de los Juegos Olímpicos de Londres en 2012, manteniendo al equipo en el marcador sin que ninguno de los USA Boys pudiera hacer nada al respecto.



Es probable que el Padre Tiempo le haya alcanzado hace ya algunos años. Ya el año pasado no estaba para ir a la Selección (en cambio, se le convocó para superar el record de 239 internacionalidades de Epi) y probablemente tampoco esté para tener un papel reseñable en el Barcelona. La (triste) sensación que me queda es que se ha aprovechado de su nombre y de su impresionante pasado, para estirar una carrera que en buena lid debería haberse terminado hace al menos dos o tres años. 

No obstante lo dicho, Navarro es sin lugar a dudas uno de los tres mejores jugadores de la historia del baloncesto español, solo por detrás de Pau Gasol. 

Gloria eterna a La Bomba

15 de agosto de 2018

Doncic NBA

Y al final pasó. 

Estaba cantado que una vez terminada la temporada, Luka Doncic se declararía elegible en el draft de la NBA. Y estaba cantado que iba a salir elegido en una posición que haría del todo irrenunciable que diera el salto a la que dicen es la mejor liga de baloncesto del mundo. 

Bueno, aunque por momentos se especuló con que podría ser el número uno de su promoción, la tercera posición del draft no está nada mal. Elegido por Atlanta Hawks, fue de inmediato traspasado a los Dallas Mavericks, para compartir vestuario y cancha con un mito del baloncesto como Dirk Nowitzki. Será de seguro un intercambio que dará que hablar en el futuro, para bien o para mal. 

No hay dudas de que Doncic está lo suficientemente maduro para dar el salto, a pesar de tener diecinueve años. Su juego ha sido dominante en Europa, pasando por el título del Eurobasket 2017 con su país y pasando por los títulos de club con el Real Madrid. No ha habido jugador en el continente que le discutiera su estatus en, al menos, el último par de años. 

Doncic y Nosferatu


Es más, pudiera darse el caso de que, de quedarse una o dos temporadas más, su juego sufriera una regresión debido a la falta de retos por superar que le quedaban y la gran diferencia con la inmensa mayoría de sus rivales. 

Por supuesto no han faltado aquellos que, sobre todo al otro lado del charco, ponen en duda los logros de Doncic, con el bocachanclas de Charles Barkley al frente. Tampoco sorprende, dada la mentalidad yanqui.

Aunque también está por ver que se cumpla lo que muchos, llevados por la euforia, vaticinan desde Europa: que Doncic se va a comer a sus rivales desde el minuto uno. 

No lo tengo yo tan claro. Y no por que al chico le falte calidad, sino porque creo que le falta físico. No es Dragic, no es Llull, no es Bogdan Bogdanovic... si me apuras no es Rudy Fernández.... Es un chico muy bueno, grande para jugar de base e incluso de escolta, con un atleticismo digamos que medio. 

¿De qué va a jugar allá? Claramente en una de las tres posiciones exteriores (es versátil y eso le va a favorecer a hacer carrera), pero va a sufrir mucho en defensa y puede que hasta en ataque ante jugadores mucho más físicos y atléticos en cualquiera de las posiciones. Le va a faltar rapidez frente a los bases y muchos escoltas, y le va a faltar corpulencia ante los aleros. 

La madre que lo parió

Habrá que ver cómo se adapta a pasar de ser un jugador dominante que controla el balón la mayor parte del tiempo (se ha beneficiado de la lesión de Llull para ser el referente absoluto del Real Madrid) a ser un jugador más en una liga de fenómenos atléticos con los que tendrá que lidiar noche sí, noche también. 

Esperemos que el equipo en el que ha tenido la suerte de caer, los Dallas Mavericks, tengan paciencia con él. En principio no va a tener mucha competencia por el puesto, así que es previsible que juegue un buen puñado de minutos. Eso es importante para progresar en el primer año, tras el que estaremos en una mejor posición para tratar de vislumbrar lo que le depara el futuro al niño prodigio del madridismo.

3 de agosto de 2018

Terremoto en la NBA

Tengo muy abandonado este blog de Veinticuatro segundos y hay muchas, demasiadas, cosas que debería comentar. Pero hoy me centraré solo en el terremoto que hace unos días ha sacudido a la NBA: el fichaje de LeBron James por los Lakers. 

Estaba (casi) cantado. A pesar de haber llegado a las Finales, los Cavaliers no eran un buen equipo. Salvo LeBron y Kevin Love, poco más ha habido. Tanto, que James ha batido el record de partidos de cuarenta puntos o más para poder llevar a su equipo a cotas tan altas, consiguiendo batir al campeón de la Conferencia Este (Raptors) y posteriormente a unos Celtics muy mermados que, aún y así, forzaron un séptimo partido en el Garden (ha sido, por cierto, la primera vez en la historia de la liga en que los Celtics son eliminados en una eliminatoria que comenzaran ganando 2-0). 


Tú dame el balón, quítate de en medio y dile a tu
padre que tenga la boca cerrada. Del resto me encargo yo.


Un James de 33 años y quince temporadas a sus espaldas. Casi 39 minutos de media en 1.143 partidos de temporada regular (42 minutos de media en 239 partidos de eliminatorias). Mucho kilometraje en las piernas. 

Pero LeBron James es con seguridad el mejor jugador del mundo hoy en día. O, si no lo es, el que más impacto tiene individualmente (más que Curry, más arropado por otros tres fenómenos). Y lo es porque,  a pesar de todos los datos demoledores de minutaje y carga física, ha sido capaz de promediar esta temporada más puntos que su media de carrera. No solo eso, ha igualado su mejor marca reboteadora de siempre (8,6 capturas) y ha registrado su mejor media de asistencias de su carrera (9,1 pases de canasta), estableciendo en este último apartado un record para un alero (ni Larry Bird ni Scottie Pippen, los hasta ahora paradigmas de eso que los yanquis llaman point-forward, lograron siquiera acercarse). 

Item más, esta decimoquinta temporada es la primera en la que LeBron James juega los 82 partidos de la temporada. 

En fechas recientes hemos visto un estudio que indica que James dosifica su esfuerzo como nadie. Pasa caminando casi el 80% del tiempo que está en la cancha, pero lo que hace el 20% restante está al alcance de muy pocos. Además, visto lo visto, si las lesiones le respetan, no es previsible un paso atrás en su juego en al menos dos o tres años, tras los cuales debería venir un progresivo crepúsculo. Pero, amigos, ese crepúsculo tendrá más luz que el mediodía del 90% de los jugadores.

O sea, los Lakers se convierten automáticamente en un candidato a las eliminatorias por el título, aunque no directamente en un candidato al título. Hay mucha pólvora en el Salvaje Oeste y los Warriors siguen siendo, de lejos, el mejor equipo de la Liga (hablaremos también de lo que significa el fichaje de Demarcus Cousins). Es más, los Lakers tendrán difícil plantarse en la Final de Conferencia, a poco que los Rockets tengan una temporada decente. 

¿Qué significa todo esto para el resto de la Liga?  Los Celtics se convierten, también de manera automática, en el mejor equipo de la Conferencia Este. Y se prevé que mantendrán duelos encarnizados con los Sixers de Filadelfia por plantarse en las Finales durante al menos un lustro, si no más tiempo. Como a principios de los ochenta. Vieja escuela.

26 de abril de 2018

Philly está de vuelta (y me alegro)

Philadelphia, además de un queso para untar, es una de las cunas del baloncesto estadounidense y hogar de una de las franquicias históricas NBA, con  algunos equipos que son considerados entre los mejores de la Historia de manera unánime.

Los únicos capaces de interrumpir la tiranía de los Celtics en los años 60 del siglo pasado, un equipo con el recientemente fallecido Hal Greer, Paul Arizin o el gran Wilt Chamberlain ganó el título en 1967. 

Años después, otro gran equipo entrenado por Billy Cunningham, Kangaroo Kid, (campeón en 1967 como jugador) y con Mo Cheeks, Dr. J y Moses Malone (sí, el mismo del Fo, fo, fo o del Moses, take us to the Promise Land) rivalizaron con Celtics y Lakers en la primera mitad de la década de los ochenta y se proclamaron campeones en 1983. 

Los pilares de la tierra


Pero esta franquicia, mítica donde las haya, ha pasado una dura travesía del desierto después de su último fogonazo de gloria a principios del siglo XXI, de la mano de Allen Iverson y Larry Brown. Una travesía del desierto tan dura que ha firmado tres temporadas consecutivas con menos de 20 triunfos. 

Tanta derrota tuvo, sin embargo, su premio: tres números 1 consecutivos en el draft, aunque tuvieron que pagar también un precio de sangre. Joel Embiid y Ben Simmons pasaron una temporada en blanco antes de poder deslumbrarnos con su juego, mientras que Markelle Fultz apenas ha jugado un par de partidos, suficientes para convertirse en el jugador más joven en firmar un triple doble. 

El resultado ha sido una temporada con más de cincuenta triunfos, la primera desde 2001 y la tercera desde hace treinta años, un pasaporte brillante para las eliminatorias, terceros del Este por encima de LeBron y sus Cavaliers, y una solvente clasificación para las semifinales de Conferencia.

 
Joel Embiid


Philadelphia ha tenido paciencia y grandes dosis de tanking para lograr estar donde está, pero este año además ha jugado muy bien en los despachos para rodear a sus estrellas de jugadores solventes. Veamos: JJ Reddick, Marco Belinelli, Ersan Ilyasova, Amir Johnson, TJ McConnell, Robert Covington, Dario Saric... Un equipo profundo, con juventud, veteranía y talento. 

Por encima de ellos está Ben Simmons. Australiano. Rookie de 21 años. Base, 208 cm, un puñado de triples dobles, una visión de juego fuera de lo común... y sin tiro exterior. Literalmente. Se ha jugado un total de ¡11 triples! en la temporada y ha metido ¡0!. Con 15,8 ppg, 8,1 rpg, 8,2 apg, 1,7 robos y 0,9 tapones, ha dominado el juego como nadie, jugando 81 partidos (casi 34 mpg). Le comparan con LeBron, pero yo no he visto nada igual desde Magic. 

Ben Simmons

Y, por si fuera poco, Joel Embiid. Camerués. Sophomore de 22 años. Pivot, 213 cm, 22,9 ppg, 11 rpg, 3,2 apg, 1,8 tapones y 0,6 robos en poco más de ¡30 minutos!. Dotado con un juego de pies que recuerda poderosamente a Hakeem Olajuwon, será uno de los pivotes dominantes de este deporte en la próxima década. 

Los Sixers están de vuelta, los viejunos como yo nos alegramos y el baloncesto está de enhorabuena. 

28 de marzo de 2018

Soy un hater de LeBron

Lo reconozco: soy un hater de Lebron James. 

Ya desde que su nombre empezó a sonar hace más de quince años. El elegido o El rey eran los epítetos por los que se le conocían. Portada de revistas cuando apenas era un adolescente, número uno del draft de 2003... un físico privilegiado y una facilidad insultante para jugar a esto... 

James lo tenía todo para triunfar, y para ser odiado por mí. Sí, le odiaba. Quizás todavía le odie, al menos un poco. Porque a todo lo anterior habría que añadir que LeBron es un reputado flopper. No hay más que visitar youtube y buscar los videos para que se te escape una sonrisa, primero, y una carcajada, después, viendo cómo un tío como un castillo de grande se deja caer al menor contacto y a veces si siquiera sentirlo. 

Aquí estoy yo

No ayuda tampoco su decisión de anunciar a bombo y platillo su decisión: abandonar los Cavaliers para unirse a Dwayne Wade y Chris Bosh en un superequipo allá en South Florida. Algo que fue muy criticado por estrellas del pasado y que en la práctica no tuvo tanto éxito como parecía que iba a tener... Suponía además un reconocimiento tácito por parte de James de que era incapaz de llevar a la cima a un equipo de nivel medio, como hicieron grandes del baloncesto mucho antes que él. 

Vamos, que teniéndolo todo para triunfar en el baloncesto, el chaval es un poquito odioso. Como el compañero de estudios que se queja continuamente después de los exámenes, para luego no solo aprobar, sino sacar unas notazas... 

Soy un hater de LeBron...

Pero un tío que lleva 30.000 + 8.000 + 8.000 (único en la Historia del baloncesto) y lo que le queda por sumar en los años de carrera que le quedan, tiene que ser bueno. 

Son quince años de carrera, más de 1.100 partidos y más de 44.000 minutos (esto solo en Liga Regular), a casi 39 minutos por partido. Son ya 33 años cumplidos... y no da sensación de declive en su rendimiento. Al contrario, está superando sus promedios de carrera en PPG, APG (más de 9 APG, brutal para un alero), RPG y en porcentaje de tiros de campo. 

Está a unos 8.000 puntos de alcanzar a Kareem Abdul-Jabbar como máximo anotador histórico. Hasta hace unos años, parecía que ese registro iba a permanecer como un hito inalcanzable, habiendo sobrevivido a verdaderos depredadores del baloncesto como Michael Jordan y Kobe Bryant, o a prodigios de longevidad baloncestística como Karl Malone. Pero, ¿hay quien duda de que, si las cosas no cambian mucho en los próximos cuatro o cinco años y las lesiones respetan a este hombre, tiene los días contados?

Ya no son solo los fríos números. Es que este año LeBron está dominando el juego como nunca, con jugadas que son highlights automáticos: mates, canastas imposibles, asistencias dibujadas con tiralíneas... sosteniendo el sólo a unos Cavaliers que han estado más huérfanos que nunca (aunque han mejorado desde el traspaso con los Lakers). 

Cada vez con menos pelo y más barba

Este tipo va camino de convertirse en Leyenda y a ser contado entre los cinco mejores jugadores de la Historia del Baloncesto.

Soy un hater de LeBron.