4 de junio de 2023

Quo vadis, Boston?

Otro cierre de temporada para los arrogantes verdes que supone una desilusión para sus aficionados. Pero, además, en esta ocasión es posible abrir unos interrogantes sobre el futuro inmediato de la franquicia, algunos de los cuales pueden resultar muy dolorosos. 

Después de haber estado el año pasado en las Finales, desperdiciando un 2-1 a favor y ventaja apreciable en el tercer cuarto del cuarto partido, la temporada 22-23 se abría con un optimismo moderado. Brad Stevens supo añadir a Danilo Gallinari y a Malcolm Brogdon para añadir un fondo de armario que se antojó demasiado corto el curso anterior y Robert Williams podría estar otra vez en unas condiciones físicas adecuadas tras pasar por el quirófano. 

La salida de Ime Udoka por supuesto acoso a una empleada de la franquicia fue un golpe inesperado. La elección lógica hubiera sido Will Hardy, pero pocos días antes había obtenido permiso para negociar con Utah y cerrado una merecida oportunidad como entrenador jefe en la franquicia mormona, así que el escalafón corrió un puesto más hasta Joe Mazzulla. Los Celtics, alabados por la rápida y fulminante gestión del incidente, se veían con un entrenador novato en una temporada de búsqueda de gloria. 

La temporada regular se saldó con momentos brillantísimos, sobre todo al inicio, llegando a un 21-5 que prometía grandes cosas. También hubo momentos de aviso, de desconexión del equipo y alguna racha con alguna derrota de más. Al final, 57-25 y el segundo puesto del Este y de la Liga, tras los Bucks. Bastante bien, sobre todo habiendo ganado el factor cancha a todos los rivales del Oeste. 

 

¿Pueden estos tres llegar al siguiente nivel?

Las eliminatorias fueron bastante peor. Desde el 4-2 a un equipo de Atlanta bastante limitado que debía haber sido barrido, al 4-3 a Philadelphia que necesitó ganar un sexto fuera de casa y un partido de más de cincuenta puntos de Tatum. Muchas dificultades, demasiadas derrotas en casa, pero una sensación de que estos Celtics iban al trán-trán y que iban a barrer a sus rivales en las eliminatorias finales. 

No fue así. De hecho, Miami Heat se puso 0-3 en las eliminatorias finales del Este (Miami había vencido previamente 4-1 a Bucks y 4-2 a Knicks, después de perder el primer partido del Play-in y llegar a ir perdiendo por más de diez puntos en el segundo, al borde de la eliminación). 

Nadie había remontado un 3-0 en contra (150-0 en la historia) y la sensación era de debacle total. Los mismos que se habían pasado la temporada diciendo que Boston era de lejos el mejor equipo, ahora los calificaban de poco más de ser una banda. Mientras, el equipo ganaba el cuarto, el quinto y el sexto partidos, dos de ellos fuera de casa y el último gracias a un palmeo de Derrick White a una décima del final. Un golpe moral que se suponía definitivo, con la oportunidad de ganar un séptimo fuera de casa y hacer historia. 

Tampoco fue así. 151-0 es el récord actual de eliminatorias que empiezan 3-0. El último partido en casa comenzó con una lesión de Tatum que sin duda marcó el devenir del encuentro. Brown no estuvo a la altura, Brogdon apenas jugó en toda la serie... Solo Derrick White sostuvo el orgullo verde. El resultado 84-103 habla por sí solo. Dominados en el factor mental, con un registro 5-6 en los partidos en casa durante las eliminatorias, hablan de las dificultades en un camino que no debería haberlos sido (Boston se ha enfrentado con el octavo, el séptimo y el tercero). 

 

Urge un repuesto para Horford que reduzca su minutaje


La remontada hasta el 3-3, que solo ha ocurrido cuatro veces en toda la historia, ha servido por lo menos para acallar las voces que pedían ya a gritos dinamitar el proyecto. Pero no se puede negar que la franquicia se enfrenta a un verano que requiere respuestas. 

El equipo ha disputado cinco finales de conferencia en los últimos siete años. Digno de mención, sin duda, pero el récord es 1-4. Y la vez que se ha conseguido llegar a las Finales, se desperdicia una oportunidad de oro para subir la bandera nº18 al techo del Garden. 

O sea que el equipo es competitivo, pero le falta algo para llegar al último escalón, y por el motivo que sea no se está consiguiendo dar con la tecla y puede que sea el momento de hacer retoques...

Lo primero será decidir qué hacer con Jaylen Brown. Da la sensación de que la relación no es la mejor y no me extraña porque tiene que estar aburrido de aparecer en todas las quinielas de traspaso cuando se mueve alguna superestrella en el mercado. Viene de hacer su mejor temporada regular y se ha ganado el derecho a cobrar una morterada al ser elegido en el segundo quinteto de la Liga, pero también su rendimiento ha caído estrepitosamente en las eliminatorias y ahora se pone el foco en su compromiso y en su capacidad de tirar del equipo (injustamente, porque hay que recordar que el año pasado fue exactamente al contrario y se puede decir que fue el mejor celta de las Finales). 

¿Es suficiente para darle 300 millones a partir de 2024? ¿Con otros 300 y pico que habría que darle a Tatum en 2025? La Liga ha endurecido las condiciones a los equipos que superan el impuesto de lujo y parece que no hay hueco para dos contratos supermáximos en el mismo equipo. Está fuera de discusión dárselo a Tatum, que tiene un techo mucho más alto que Brown, así que Jaylen debería tener un contrato a la baja, pero ¿lo aceptará? Lo dudo, así que habría que traspasarlo e intentar sacar la mayor tajada posible. Lo que no será sostenible es gastarse casi el 70% del límite salarial en dos jugadores.

 

No vale un supermáximo, sobre todo si se lo das a Tatum

Por otro lado, el juego interior ha tenido bastantes problemas. Al Horford ya tiene 37 años y se le han visto las costuras en las eliminatorias y la cuesta abajo no va a tener fin. Robert Williams no ha estado físicamente bien apenas en ningún momento de la temporada y no se sabe si alguna vez podrá demostrar todo lo que tiene dentro. Es urgente reforzar este puesto con un jugador que pueda ser titular dado el caso. Los tiempos de parches como Griffin, Kornet o Muscala han terminado. Grant Williams debería volver a tener un papel importante en la rotación, aunque tenga limitaciones físicas y de altura.  

Boston carece de un generador de juego. Ni White, Smart o Brogdon lo son de forma consistente y en demasiadas ocasiones el ataque colapsa en unos contra unos y tripes sin sentido. Ha sido uno de los peores equipos en el clutch, tanto en liga regular como en play offs.

El fondo de armario ha seguido siendo un problema en el año en que parecía que se habían solventado los problemas. Al final Mazzulla ha reducido la rotación a seis jugadores y medio, por obligación (lesiones de Gallinari y Brogdon al final) y también por elección (Pritchard, Hauser y, sobre todo, Williams). No es sostenible en eliminatorias largas, porque el equipo tampoco ha sido capaz de cerrarlas por la vía rápida. 

 

El peso de la historia

 

Por último, hay que pensarse si Mazzulla es el hombre adecuado para llevar el timón. Ha dado la sensación de haber perdido el control del vestuario y parece haberse beneficiado de la inercia de un proyecto encarrilado. En una postemporada que había estado repleta de grandes nombres, podía haber sido el momento de rascarse el bolsillo y fichar a uno de ellos. No creo que eso ocurra, ya que los más destacados han sido ya fichados mientras Boston agonizaba en la final de conferencia y porque Brad Stevens apostó por él y seguramente le dará una nueva oportunidad. 

Todos los puntos anteriores tendrán difícil solución. El tema de romper la pareja Brown-Tatum va a dar seguro que hablar, porque son todavía muy jóvenes. Aunque la sensación de que el proyecto ha tocado techo si no se hacen retoques, ha sido muy fuerte. Veremos qué se le ocurre al bueno de Brad, pero tres finales y un título desde 1986 se antoja demasiado poco para esta franquicia. 

El hueco en el techo del Garden espera decisiones valientes.

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