19 de julio de 2015

Inflación galopante

La locura salarial se ha instalado en la NBA. Nada de recortes, como ocurre en nuestra zona euro. Al contrario, se está produciendo una lluvia de millones como pocas veces se han visto. Marc Gasol firmó 110 kilos en cinco años. La ceja, 129 millones en el mismo periodo de tiempo. La lista de jugadores con contratos superiores a 80 milloncejos, nombres que en ocasiones están bastante lejos de ser estrellas de primer nivel (Draymond Green, relevante en los Warriors pero sin ser una estrella, se llevará 85 kilos en cinco años; Enes Kanter, hasta ahora jugador de rotación con mucho prometido y poco realizado, 70 millonnes...). Cifras mareantes, aún cuando son brutas (el salario neto es aproximadamente la mitad).

Nuestro amigo LeBron se ha conformado con 45 millones en dos años. Una jugada maestra, porque esto no ha hecho nada más que empezar.

Y es que la NBA ha firmado un contrato televisivo que le reportará más de dos mil millones de dólares. Eso revierte directamente en el tope salarial, que este año pasa de 63 a 70 millones. Y en la temporada 2016/17 será de más de cien millones. 

O sea, que la jugada de LeBron ha sido de traca: se lleva un buen pellizco ahora y se asegura ser agente libre cuando la verdadera millonada se vaya a repartir.


Estoy pensando seriamente en no retirarme, LeBron...
Creo que puedo ganar 50 kilos al año sin despeinarme...

La amenaza de inflación es importante. Muy importante, porque ahora nadie se atreve a calcular cuál puede ser el valor de James, Durant, Westbrook, Curry... las verdaderas megaestrellas de este deporte. Y seguramente el primero que mueva ficha se quedará corto y será superado en la lista de salarios con bastante rapidez, con la consiguiente frustración de su ego. Eso por no hablar de las posibles consecuencias que todo esto puede tener a este lado del Atlántico. Si dicen que Llull renunció a 9 millones por continuar en el Madrid, habría que ver cómo está la cosa en dos años.

Al otro lado de la mesa, las franquicias y la NBA. Ya está Adam Silver, que no da puntada sin hilo, apuntando que muchas franquicias pierden pasta. Y ya está el sindicato de jugadores afirmando que eso no es verdad... Hay que recordar que el vigente convenio colectivo caduca en 2017 y que la última negociación llevó al cierre patronal (el segundo en menos de quince años). 

Veremos ahora si la NBA está preparada para un crecimiento sostenible o si esta lluvia de millones, beneficiosa en principio, no va a ser engordar para morir.

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