2 de diciembre de 2012

Una vida con la selección - Eurobasket ´83

El Mundobasket de Cali de 1982 había dejado grandes gestas en el imaginario colectivo. Se podría decir que daba inicio el segundo boom del baloncesto en España, considerando que el primero, efímero, había sido disparado por el éxito en el Eurobasket de 1973 en Barcelona y la medalla de plata conseguida.

Ahora, en los primeros años de la década de los ochenta, se daba el caldo de cultivo apropiado para que el baloncesto se mantuviera durante más tiempo en altas cotas de seguimiento. No sería debido solo a la Selección, por supuesto. La creación de la ACB algún año después, ayudaría a darle un toque de seriedad a nuestro deporte (dos extranjeros por equipo, presupuestos equilibrados, televisión...).

El Eurobasket del año 1983 se celebraría en Francia, en las localidades de Limoges, Cannes y Nantes, y depararía alguna que otra sorpresa y algún que otro altercado famoso.

La mecánica de la competición era sencilla: dos grupos de seis equipos, con los dos primeros de cada grupo pasando directamente a semifinales. Mecánica sencilla en apariencia, pero exigente porque apenas había margen para el error, como se vería.

En el grupo de Cannes quedaban encuadradas las selecciones de la Unión Soviética, Holanda, República Federal de Alemania, Israel, Polonia y Checoslovaquia. Como no podía ser de otra forma, los soviéticos quedaron por encima de todos, con un inmaculado 5-0 y victorias por encima de los veinte puntos de media (un poco descafeinada por la pana que metieron a los holandeses, +49). La segunda posición quedó ocupada, sorpresivamente, por esa misma Holanda, que se vería beneficiada por su victoria ante los alemanes y, sobre todo, por la inoperancia y la mala suerte de Checoslovaquia (dos derrotas en la prórroga). 

El grupo de Limoges fue más reñido, compuesto por España, Italia, Yugoslavia, Grecia, Suecia y Francia. Tres candidatos claros, más Francia, para solo dos plazas. 

España comenzó mal, perdiendo con los transalpinos por 74-75. Ya no había más margen de error, porque otra derrota seguramente dejaría fuera a los hispanos, y teniéndose que enfrentar a los yugoslavos en el siguiente partido. Una victoria homérica (91-90) nos mantenía vivos y traspasaba la presión a los plavi, que deberían ganar sí o sí a los italianos (pudiendo dejar fuera a cualquiera de las dos selecciones latinas).

Pero antes de todo eso, debía continuar el campeonato. Más sustos ante Francia (75-73) y Suecia (81-76) antes de cerrar la fase de grupos con una clara victoria ante Grecia (100-79). Un balance de 4-1 y a esperar lo que pasara entre italianos y plavi. 

Durante todo el campeonato, Yugoslavia había estando renqueando (victorias apuradas ante Francia - +2 - y Grecia - +1 - permitieron que llegaran al último partido con opciones. Durarían poco, eso sí, gracias a la fortaleza mental y competitiva de una selección italiana en su plenitud. El partido dejaría dos cosas para la historia: el resultado (victoria clara 91-76 para los italianos) y la tremenda tángana que se montó (en el vídeo se ve a Kikanovic dando patadas subido a la mesa de anotadores, pero no he logrado ver las famosas tijeras con las que Grbovic -años después jugador del Oximesa Granada- persiguió a Meneghin). Los plavi luego perderían con Israel, para jugarse una deshonrosa séptima plaza ante Alemania que, afortunadamente, ganaron. Su única razón para sonreir fue la aparición de un jovencito Drazen Petrovic, que revolucionaría el baloncesto mundial en la próxima década.



Así que las semifinales fueron Italia - Holanda (sin sorpresas, 88-69) y España - Unión Soviética. Otro partido épico, tirito de Epi a tabla y 95-94 para pasar a la final. Saltos de alegría y emoción. En el mismo campeonato se conseguía vencer a las dos potencias baloncestísticas del momento.

Y un problema para TVE, al coincidir la final del Eurobasket con la de la Copa del Rey de fútbol. Recordemos que solo había una cadena de televisión, así que la cosa estaba peliaguda. Pero, en una decisión sin precedentes hasta entonces, se decidió posponer la final de fútbol para que los aficionados pudieran ver los dos eventos en riguroso directo. ¡El baloncesto había ganado al fútbol!

Una pena que la final pasara sin pena ni gloria. Italia no dio opción y ganó con claridad un partido vibrante (96-105). No pudo ser, pero nos manteníamos entre la élite. 

En lo personal, recuerdo estar tirado en el suelo con los click de playmobil, oyendo la retransmisión del partido y jugándolo a la vez. En esta final alternativa, por supuesto ganó España. Bueno, recuerdo eso y también que no había forma de entender por qué a veces se tiraban dos tiros libres y otras veces tres...

Italia presentó una generación madura, con algunos jóvenes prometedores, un gen competitivo único y momentos de dureza (el gran Dino y sus codos afilados): Meneghin, Marzorati, Riva, Brunamonti, Villalta, Bonamico, Sacchetti, Costa, Vecchiato... con Sandro Gamba en el banquillo.

La Unión Soviética quedó tercera al aplastar por segunda vez a Holanda (105-70). Estuvieron Valters, Mhyskin, Sabonis, Belostenny, Homicius, Iovaisha, Eremin, Tarakanov, Enden, Lopatov (suegro de Kirilenko) y Pankrashkin. Ni qué decir tiene que Gomelski es el que estaba en la banda.

Los doce españolitos: Epi, Corbalán, Martín, Sibilio, Solozábal, Creus, De la Cruz, Iturriaga, Romay, Margall, Jiménez y Fernando Arcega. Con pocas variaciones, veremos estos nombres durante algunos años más. En la banda, el eterno Antonio Díaz - Miguel. 

En este campeonato se eligió el quinteto ideal, formado por Corbalán, Epi, Gallis, Kropilack (Checoslovaquia) y Sabonis (18 añitos, cuidado). 

El MVP fue un españolito, Juan Antonio Corbalán. Aún no lo sabíamos, pero estábamos disfrutando la madurez y los últimos años de un grande entre los grandes y posiblemente el mejor base de nuestra Historia, aún por encima de Calderón. 

El año siguiente sería Olímpico. Allí se vería el mejor baloncesto de aquellos muchachos del Equipo Nacional.

Pero esa es otra historia.


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