30 de diciembre de 2023

Desconexión progresiva

Cada vez estoy más desconectado del baloncesto. 

No es que no me guste el deporte de la pelota naranja (o tricolor, depende de la situación). Es que las circunstancias no ayudan a mantener la atención como hacía antes. 

Primero, mi estado físico que me impide jugar desde hace ya demasiado tiempo. Coxartrosis en ambas caderas y artrosis en la parte baja de la espalda, con dolor a diario, en ocasiones leve, otras veces bastante acusado, pero casi siempre un factor limitante. No negaré que esto ha sido un golpe moral que me está costando asumir, incapaz de entender que mi cuerpo no puede seguir el ritmo de mi cabeza, todavía joven.

Sigo perteneciendo al grupo de Whatsapp y soy de los más activos, pero ya no es lo mismo no poder estar cada semana. Y resulta duro,  porque en los diez años previos, prácticamente había jugado el 95% de las convocatorias, como poco. 

A medida que pasan los meses, soy consciente de que la práctica activa del baloncesto se ha terminado para mí. A veces pienso en abandonar el grupo. Me resulta demasiado triste no poder decir que sí a las convocatorias semanales. Confieso que muchas veces me alegro cuando por diversas circunstancias no se puede jugar. Soy malo, lo sé. 



Ya casi no compro la Gigantes. Desde 1989 no falle una sola semana en los quioscos hasta que la revista cambió a una periodicidad mensual. Todos los martes la compraba y el miercóles ya la había terminado, con suerte, y no me quedaba otra que releer y releer sus páginas hasta la semana siguiente. Desde entonces, sólo compro los especiales y a veces ni siquiera eso.

Hace años que no veo casi ningún partido de la NBA, aunque ya he dicho por aquí que no me gusta el baloncesto que se juega hoy. Por eso quizá no me hago un League Pass o me abono a Movistar, porque ni siquiera me motiva ver un partido de los Celtics.Vivir o morir en el triple, eso no es para mí, que crecí con Magic, Bird y Jordan, el juego al poste, los fundamentos y el tiro a media distancia.

Lo mismo, o peor todavía, me pasa con la Liga Endesa o la Euroliga. Hace todavía más años que no veo un partido de baloncesto FIBAque de la NBA. Ni siquiera echo un vistazo a la clasificación, más allá de los comentarios en el grupo de amigos o las noticias generales que veo por internet. No he podido disfrutar del ciclo exitoso del Madrid, después de comerme la travesía del desierto y ver cómo el Barcelona nos mojaba la oreja durante demasiados años, y la última Euroliga que he visto alzar al equipo blanco ha sido la de Sabonis en 1995.

 


El único baloncesto que veía era el de selecciones, cada verano. Cuando había JJOO, Mundobasket o Eurobasket, me tragaba varios partidos al día, muchos de la fase de grupos y todos los cuartos de final, semifinales y final. Cuando cogía las vacaciones en el trabajo, lo hacía con la fase decisiva de los campeonatos en mente. Era como un atracón después de la abstinencia. Y resulta que el pasado Mundobasket, TVE toma la decisión (o compra los derechos así) de solo dar los partidos de España y un partido de los días que no jugaban, normalmente el de USA. Así que tuve que despedirme de ver selecciones interesantes o disfrutar de historias como las de Sudán del Sur o Bahamas. Ya no me queda ni ese desahogo.

No obstante, no se han roto todos los lazos: sigo diversas cuentas en Youtube o Twitter, escucho podcasts, juego al SuperManager ACB (aunque muchas veces ficho jugadores que ni siquiera sé quiénes son) y comparto noticias en el grupo de WhatsApp. Pero no sé por qué, no es lo mismo y cada vez me encuentro más alejado del baloncesto.

Me refugio en el baloncesto viejuno. La página de basketballreference.com o los chicos del podcast de Era baloncesto son ahora mis mejores compañeros. Sigo viendo los videos de Colgados del Aro, más que nada por pagar de alguna forma la deuda moral contraída durante su soberbia labor durante los duros días del confinamiento en 2020. Nostalgia pura y dura, diría yo, de tiempos que sin duda fueron mejores y que cada vez soy más consciente de que ya no volverán. 

Como siempre tengo sensaciones más agrias que dulces, en este momento en que miro al pasado con mucha nostalgia y veo el pitido final cada vez más cerca, sabiendo que estoy ya jugando el tercer cuarto del partido de mi vida. 

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