18 de septiembre de 2015

Homérico no... ¡gasólico!

Escribo estas líneas después de reposar la gran victoria de ayer ante Francia en las semifinales del Eurobasket y, sobre todo y ante todo, antes de siquiera conocer el que será nuestro rival en la final del próximo domingo. 

Escribo con la tranquilidad de saber que, ahora sí, ya tenemos billete para los JJOO de Río en 2016. La tranquilidad de saber que la mejor generación de baloncestistas de nuestra Historia podrá despedirse como se merece, entre los focos del escenario, y no haciendo mutis por el foro. 

Escribo también desde la sorpresa, porque nunca hubiera apostado por nuestra Selección si tuviera que basarme en lo visto en la fase de grupos, en la que quién sabe si estuvimos a punto de volvernos para casa si el último tiro libre de Schröder hubiera besado la red en lugar de estrellarse en el aro. 

Una sensación olvidada desde 2001, hace ya quince largos años, pero que fue habitual en los negros años noventa en la que vi deambular sin pena ni gloria, año tras año, a una cada vez más acomplejada Selección de Baloncesto. 

Esa sensación se alargó hasta el inicio del último cuarto del partido de octavos de final contra Polonia. Se mascaba la tragedia cuando el Equipo, liderado por Pau Gasol, metamorfoseó y con su líder en el banquillo dio una lección de carácter y se puso por delante en el marcador a la espera de que nuestro Pau diese la puntilla con seis triples en siete intentos. 

No diga homérico... ¡gasólico!

Una lección de carácter que se alargó los cuarenta minutos del choque de cuartos ante Grecia del monstruo Antetokoumpo (diecisiete rebotes el angelito), un partido que de haberse jugado una semana antes nos hubiera mandado para casa sin discusión. Pero España supo mantener el tipo, sobreponerse, jugar de una forma solidaria y machacar al contrario con un estilete, Pau Gasol, que alargaba su leyenda. Pero lo mejor estaba por llegar.

¡Hemos venido a Francia a ganarles aquí!

El grito, la arenga del líder. Demasiado optimista parecía, pero ya nada era imposible. A pesar de veintisiete mil enfervorecidos aficionados franceses que convirtieron el estadio de fútbol reconvertido en pabellón en una olla a presión. A pesar de Vincent Collet, que el año pasado nos dio una lección de cómo se prepara un partido. A pesar de la mejor selección de Francia de los últimos años. A pesar del arbitraje (sí, el arbitraje, que ayer fue de chiste). A pesar de nosotros mismos. A pesar de que Mirotic se fue del partido a causa de ese mismo arbitraje. A pesar de encontrarnos varias veces diez o doce puntos por debajo en el marcador. 

El equipo no se descompuso. Mantuvo el ritmo en ataque y se ató los machos en defensa. Una defensa colectiva, sacrificada, en la que veteranos como Rudy o Felipe daban una lección a sus pares. Por fin, como ante Grecia, Victor Claver se reivindicó, también desde la defensa. 

Y Sergio Scariolo, tan criticado a veces, volvió a dar muestras de que sabe preparar los partidos. Nadie duda de que este equipo, con Orenga en el banco, hubiera perdido tanto con Grecia como con Francia. Nuestra Selección ha llegado a este Eurobasket con bajas notorias, pero Scariolo ha sido un plus que ha paliado esas bajas con un trabajo táctico de categoría, a la altura de los grandes. Se le critica, pero acaba de ganar su cuarta medalla en cinco campeonatos. Solo aquel triple de nueve metros de Teodosic se clavó como un puñal en el corazón en los cuartos de final del Mundobasket de 2010. Scariolo ha vuelto a demostrar que sus grupos crecen y evolucionan durante los campeonatos, y lo ha hecho con el grupo más limitado de los que ha podido disfrutar. Ha tomado decisiones dolorosas, pero también ha premiado a los que han respondido (Claver, Ribas). Ayer, una rotación de ocho hombres (el que menos jugó lo hizo durante más de quince minutos) venció a otra de nueve (en la que los dos jugadores menos utilizados por Collet saltaron a la cancha durante solo seis minutos). A ver si es que esto de las rotaciones hay que hacerlas según se desarrolle el partido y no cuando toca. Hasta se ha dado cuenta de que si no exprimía a Pau, este viaje se iba a hacer muy corto.

Pero por encima de todos, la sombra de Pau Gasol. Lo de ayer no tiene nombre. Treinta y seis minutos, cuarenta puntos, once rebotes, cinco tapones, cincuenta y dos puntos de valoración... Él decidió que este partido lo íbamos a ganar. Este partido lo ganó él. España no habría llegado tan lejos sin Gasol, una vez más un ejemplo de compromiso, jugando muchos más minutos de los esperados, jugando tocado, sufriendo... El más grande de nuestra Historia, el más grande que habrá. No nos engañemos. Hemos tenido que esperar sesenta años para tener un Gasol. Pasará mucho tiempo hasta que nazca otro. 

Pase lo que pase el domingo, a pesar de todo el sufrimiento acumulado, esta medalla sabe mejor que otras. Porque la hemos ganado desde la humildad, con todo en contra, en el filo de la navaja, sabiendo que un solo tropiezo nos llevaba al abismo. 

No hay palabras...

Por todo esto, GRACIAS.

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