31 de marzo de 2013

Una vida con la Selección - Eurobasket ´85

La resaca de la gesta de Los Ángeles dio para mucho. El baloncesto se convirtió en un deporte reconocido en nuestro país. Antonio Díaz Miguel se convirtió en un personaje mediático que lo mismo sacaba adelante una colección de fascículos a modo de enciclopedia (Mi baloncesto). 

La incipiente ACB buscaba cada año una fórmula atractiva para el aficionado (que si A1 y A2, que si Grupo Par y Grupo Impar, que si...). Para ello, comenzó la era de los dos americanos por equipo (anteriormente sólo uno podía jugar en la competición doméstica y el segundo jugaba las competiciones europeas). Digo americanos, porque salvo excepciones, todos los jugdores extranjeros eran estadounidenses. Definitivamente, eran otros tiempos. 

Díaz Miguel se cansó de repetir su lenguaje apocalíptico: el segundo americano haría que el Equipo Nacional bajara su nivel competitivo... Luego vino el tercer extranjero... luego llegó la Ley Bosman... luego fuimos campeones del mundo... pero eso es otra historia. 

En 1985 se celebró el Eurobaskete en la República Federal de Alemania. Dos grupos de seis equipos, el A con sede en Kalsruhe, el B con sede en Leverkusen. Los cuatro primeros de cada grupo se cruzarían en la fase final de Stuttgart. 

En el grupo B formarían Italia, el país anfitrión en el que figuraba un jovencísimo Detlef Schrmpf, Bulgaria, Checoslovaquia, Israel y Holanda, clasificándose los cuatro primeros y empatando Alemania con Italia por el primer lugar. La victoria de los transalpinos en su partido, determinaría que finalmente Italia sería primera de grupo.

Detlef Schrempf


El grupo A era definitivamente más fuerte. Yugoslavia, la Unión Soviética y España empataron en cabeza con un registro de 4-1. Francia, Rumanía y Polonia quedaron con 1-4, siendo los franceses el cuarto equipo en clasificarse. 

España comenzaría con una sonora derrota frente a los plavi (83-99). El partido siguiente frente a Polonia fue de todo menos tranquilo (victoria 99-97), lo mismo que frente a Rumanía en el tercero (106-94). Contra todo pronóstico se venció a la URSS (99-92), pero por un margen insuficiente para quedar en otra posición que no fuera el tercer lugar del grupo. El partido contra la Francia de Herve Dubuison fue el más cómodo de todos (109-83, con tramos de verdadero escándalo). 

Las eliminatorias de cuartos de final estaban servidas. 

Para abrir boca, la decrépita Checoslovaquia eliminó a Yugoslavia, en pleno relevo generacional (102-91). La Unión Soviética se deshizo cómodamente de Bulgaria (104-86) e Italia hizo lo propio con Francia (97-71). España, a pesar de los comentarios prepartido de Díaz Miguel, venció con comodidad al anfitrión (98-83). 

Se había logrado el objetivo de estar de nuevo en las semifinales de un gran torneo. Además, se jugaría frente a Checoslovaquia, a priori el rival más débil de los que quedaban. Dejemos que soviéticos e italianos se despedacen entre sí... Fue fácil, 112-96 para los soviéticos.

Díaz Miguel no dejaba de ponerse la venda antes de la herida hasta que, cuentan, Iturriaga le dijo que si se perdía contra los checoslovacos, se retiraría de la Selección. El resto es Historia de nuestro baloncesto: en un partido lleno de despropósitos, en los que nuestro seleccionador olvidó a Epi en el banquillo de forma inexplicable, se consumó la sorpresa y Checoslovaquia batiría a España por 98-95. Desastre.

La agonía se amplió al partido por la medalla de bronce, en el que España no inquietó nunca a los italianos, que se hicieron con el metal al vencer por 102-90. La final, no tendría historia: 120-89 para los soviéticos, que ganaron el oro sin apenas sudar.

En la Unión Soviética jugaba el mejor jugador del torneo, Arvidas Sabonis. Con él, Valters (en el mejor quinteto), Volkov, Tkachenko, Tikhonenko, Belostenny, Iovaisha, Tarakanov, Homicius, Kurtinaitis, Enden y Lopatov. 

Valdis Valters


Con Checoslovaquia los eternos Kropilac, Brabenec y Okac, como jugadores más representativos.

Italia formaba con Magnifico, Marzorati, Brunamonti, Premier, Sachetti, Ario Costa, Vilalta, Gus Binelli, Gilardi, Bosa o Vecchiato. 



España formó con Epi, Villacampa, Martín, Sibilio, Jiménez, Romay, Joaquín Costa, Margall, Llorente, Vicente Gil, De la Cruz e Iturriaga (nunca más volvería a la Selección).

Este sería el primero de una larga serie de disgustos que estarían por venir, y de la inevitable cuesta abajo de la credibilidad de Díaz - Miguel. El campeonato en sí sería recordado por el juego errático del Equipo Nacional, y la no menos errática dirección de nuestro seleccionador. Problemas con algunos jugadores, incapacidad para manejar algunos egos, la nefasta dirección en semifinales... El balance sería negativo, a pesar del cuarto puesto. La sensación de haber perdido una gran oportunidad era demasiado grande.

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