2 de enero de 2014

Una vida con la Selección - Eurobasket ´89

Una vida con la Selección se quedaba en el sopapo de realidad que fueron los Juegos Olímpicos de Seúl, en los que un no-triple de Margall alejó a nuestra Selección Nacional de las semifinales y comenzó el rodar cuesta abajo hasta la octava plaza final. 

El Eurobasket de 1989 se celebraba en Yugoslavia (todavía existía entonces) en Zagreb y contó con solo ocho selecciones participantes, divididas en dos grupos de cuatro. El sistema de clasificación era exigente: los dos primeros de cada grupo pasaban a las semifinales; los otros dos, se cruzaban con el otro grupo para luchar por el quinto puesto.

En el grupo B se encontraban los anfitriones plavi y los vigentes campeones griegos. El grupo lo completaban Francia y Bulgaria. A priori, yugoeslavos y helenos eran los favoritos y deberían jugarse entre ellos el primer puesto que permitía evitar a los soviéticos en semis. 

D´Antoni: el cerebro

No defraudaron, pero el partido entre ellos no tuvo historia (103-68) para los locales. Francia dio algo más de guerra de la prevista a Grecia (74-80 fue el resultado final). La participación de Bulgaria fue testimonail (-47 contra Francia, -20 contra Yugoslavia y -30 contra Grecia).

España quedó encuadrada en el grupo A, junto a soviéticos, italianos y holandeses. A priori, nos jugaríamos la clasificación frente a los transalpinos, dando por hecho que se perdería frente a los soviéticos, pero...

La primera jornada fue un preludio de lo que luego pasaría. La primera parte frente a Holanda fue un despropósito de los nuestros, llegando al intermedio con déficit de 20 puntos (29-49). Se mascaba la tragedia, pero un soberbio Rafa Vecina, junto con Jiménez, Epi y Ferrán, dieron la vuelta al marcador hasta el 78-76 final. Buf...

Pero los transalpinos perdieron solo por tres puntos (84-87), tras remontar también un déficit de veinte puntos al descanso, en esta ocasión gracias a un soberbio Antonello Riva (31 puntos).

 
El ejecutor


La segunda jornada dio para una paliza de los soviéticos (+53 a Holanda) y el esperado España-Italia. El equipo nacional aguantó bien el primer tiempo (39-41) pero se vino abajo en la segunda parte (hasta un 76-97 final). De nada sirvieron los 14 puntos de Epi y los 20 de Ferrán, frente a los 21 de Magnifico, los 33 de Riva y, sobre todo, la excelsa dirección de Mike D´Antoni que, con cerca de 200 años dio un clinic de dirección a nuestros bases. 

Cagada, porque quedaba todo en manos de los soviéticos a los que había que ganar por un porrón de puntos. El orgullo de Epi (26) y Villalobos (15) fue suficiente para ir mandando al descanso, pero luego se impuso la lógica (96-108 final).

Todavía quedaba campeonato y, si bien los plavi hicieron bueno el pronóstico frente a los azzurri (victoria por 97-80), los griegos repitieron machada, esta vez en semifinales, y con 45 putos de Gallis derrotaron a los soviéticos (81-80). 

Serían los italianos los que pagaran los platos rotos, perdiendo por 104-76 en la lucha contra el bronce que finalmente se llevaron Sabonis y compañía.

Binelli: el armario

En la final no hubo opción a la sorpresa. La primera parte de los locales fue primorosa y desbordaron a los sorprendidos griegos (54-35), lo que les permitió contemporizar hasta el 98-77 final. Los 25 puntos de Radja y los 28 de Petrovic fueron suficientes esta vez para contrarrestar los 30 de Gallis.

¿Qué fue de nuestros chicos?

Una plácida victoria ante Bulgaria (108-85), probablemente el equipo más flojo de los ocho competidores, y un cruce ante Francia relativamente normal (95-87) llevó a un triste quinto puesto.

Como venía siendo habitual últimamente, nuestro Equipo Nacional era incapaz de competir de tú a tú con las selecciones que venían partiendo el bacalao en el continente. Acercarse en el marcador a yugoslavos o soviéticos había quedado para la épica. Y cuidado con las selecciones más débiles, porque no ganábamos para sustos. 

El panorama baloncestístico estaba cambiando en Europa. Los campeones tenían un equipo jovencísimo con Petrovic, Kukoc, Divac, Radja, Paspalj, Vrankovic, Danilovic,  Zvdoc, Cutura o Radulovic, ya con Ivkovic en el banquillo. 

Los griegos lo fiaban todo al cuarteto Gallis, Fassoulas, Yannakis y Christodoulou, con algunas aportaciones puntuales de Patavoukas, Angelidis, Stergakos o Kambouris.

Los soviéticos presentaron un equipazo con Vetra, Sabonis, Volkov, Marciulionis, Kurtinaitis, Homicius, Tikhonenko, Belostenny, Sokk o Goborov. 

Los transalpinos nos arrebataron la gloria (bueno, la diferencia hubiera sido un puesto, pero las sensaciones...) con D´Antoni, Riva, Magnifico, Brunamonti, Morandotti, Binelli, Costa, Gracis, Iacopini, Dell´Agnello, Bosa o Carera, con el incombustible Sandro Gamba en el banquillo. Nombres clásicos donde los haya, e hipercompetitivos.

La crisis de nuestro Equipo Nacional viene marcada por los nombres: Aller, Andreu, los hermanos Arcega, Biriukov, Jiménez, Ferrán Martínez, Montero, Morales, Epi, Vecina y Villalobos. Lo peor de todo es que no habría solución a corto plazo y hombres como Epi verían pasar sus últimos años de carrera muy alejados de los puestos a los que nos habían acostumbrado.


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