Eran tiempos de confinamientos duros, en el inicio de una pandemia que todavía dura, pero que por aquella época parecía que iba a ser poco más que un mal recuedo cuando se estaban tomando las primeras medidas de relajación de restricciones.
Iturriaga, Daimiel, Siro López, Pablo Lolaso y todo el equipo e invitados que pasaron por Colgados del Aro (el programa de baloncesto de Youtube y Twitch patrocinado por Endesa), nos regalaban directos cada día de casi dos horas de duración, que se prolongaban cinco horas o más durante los fines de semana. Pablo Lolaso dijo una vez que tenían que entretener a un país y a ello se dedicaron, abriendo sus casas y muchas veces también sus corazones. Nunca se les agradecerá lo suficiente.
En aquellos programas hablaban de la miniserie de NETFLIX que narraba la que iba a ser la última temporada de los fantásticos Bulls de Jordan, la 97-98 en la que iban a conseguir el segundo tricampeonato tras el hiato derivado de la primera retirada de Jordan. Los Bulls permitieron cámaras en el vestuario y demás durante toda la temporada y, muchos años después, el resultado estaba listo.
Se trataba de El último baile.
La miniserie venía con mucho hype y no estaba exenta de polémica. Aunque se vendía como un tributo a los Bulls de Chicago, en realidad estaba centrado en la figura de Jordan. El juego de Jordan, las relaciones de Jordan con sus compañeros, las relaciones de Jordan con sus rivales, las relaciones de Jordan con la Liga, las relaciones de Jordan con... las apuestas... Todo giraba en torno a él.
El último baile mezcla imágenes de temporada con entrevistas actuales a compañeros (bastantes) y rivales (bastante pocos).
Llama la atención el escaso minutaje, prácticamente inexistente, de Toni Kukoc. Si hablamos de relevancia en la cancha, es indudable que era la cuarta pata sobre la que se soportaban los Bulls de 1996 a 1998, pero su figura es prácticamente ninguneada e incluso en desaparece en la portada en favor de Steve Kerr.
Llama también la atención la forma, más o menos delicada, en que se trata el hambre colosal y la hipercompetitividad de Michael Jordan y los estragos que realizaba en compañeros y rivales. Nadie se libraba y hoy en día se podría hablar incluso de una suerte de bullying. Por supuesto, nadie osa decir la palabra maldita, pero ya me diréis cómo podemos llamar a una actitud que lleva a peleas dentro del vestuario porque Jordan lleva al límite a sus compañeros.
Gracias infinitas a Itu, Antoni, Pablo Lolaso y Siro |
Llama también la atención el físico de Michael, muy lejos de sus mejores tiempos. Vale que ya va camino de los sesenta tacos, pero tampoco ayuda el tener siempre un copazo y un puro en los brazos del sofá. Destacaría también sus ojos, con la esclerótica amarilla y húmeda. Uno podría preocuparse incluso por la salud del mejor jugador de todos los tiempos. Afortunadamente Jordan acaba de aparecer en el All Star Weekend con motivo de su inclusión entre los 75 mejores jugadores de todos los tiempos, haciendo gala de un físico mucho más entonado que entonces.
Es indudable el valor documental de El último baile. Es indudable también su valor como pieza explicativa al aficionado de ahora, que en su mayoría no vio jugar a este equipo de leyenda, para comprender cómo todo saltó por los aires a pesar de conseguir el sexto título en seis finales, con seis MVP para la mayor estrella planetaria de todos los tiempos.
Por supuesto, el contexto en el que se estrenó y la nostalgia que aquella NBA produce en los aficionados que ya peinamos canas, ayuda también a idealizar el producto.
No obstante y a pesar de todos sus claroscuros, El último baile es esencial en el visionado de cualquier aficionado a la NBA que se precie. Por lo menos servirá para dejar claro que ni Kobe Bryant ni LeBron James pueden estar a la altura de His Airness.
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