Una semana de reflexión para una Copa más...
Una Copa que además he seguido lo justo: solo vi un rato del partido de cuartos de final del Real Madrid y, por supuesto, la final.
Una final que sirvió para confirmar que la tendencia ha cambiado: vi a un Barcelona jugando un buen baloncesto, incluso llevando la iniciativa durante muchos minutos del partido, pero sin llegar a ser suficiente, porque a este Madrid es difícil pararlo (en esta temporada, solo el CSKA del cicatero Messina, jugando a 60 puntos, ha sido capaz de ganar a los blancos); este Madrid tiene muchos puntos guardados, esperando el momento de sacarlos a la luz y destrozar el partido con un parcial de escándalo en cinco minutitos de nada.
El final de la final, épico. Remontada del Barcelona, que tenía el partido perdido. 2+1 de Oleson (al que no quiso... Messina) y canasta doble de Llull a falta de 0,1 segundos. Y, cuidado, que esta canastita de Llull no me hacen replantearme mi opinión: el último balón NO debe ser para Llull; para cualquiera, menos para él. Esta vez salió cara, pero muchas veces sale cruz.
Al Barcelona le pesó también el mal momento de Navarro, el bluff de Nachbar y el bajón de juego de Lorbek (desconocido este último año y medio). Tomic empezó muy bien, pero ya empieza a ser habitual que se desinfle durante los partidos.
¿El Madrid? Bien, gracias. No necesitó ni un minuto del gigante Mejri ni del canterano Díez. Bastó un partido más que decente de Rudy y Mirotic, la brega constante de Reyes y el genio, también constante, del Chacho.
Hay que reconocer que gusta ver al Madrid, y que Laso ha sabido mantener los egos en orden. Otro éxito más del pequeñín.
Y otra Copa para la saca.
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