Ayer terminó el Eurobasket femenino con una dolorosa derrota para nuestro Equipo Nacional. Una plata que durante muchos momentos del partido debió ser oro, porque España llevaba doce puntos de ventaja en el marcador a falta de menos de cuatro minutos para terminar.
Enfrente estaba Bélgica, favorita para casi todos, con una tremenda Emma Meessemann que domina el juego como quiere, una de las mejores jugadoras de Europa y del Mundo, y al final, muy al final, hicieron valer su veteranía y calidad ante unas jugadoras españolas que perdieron el rumbo en el peor momento, víctimas quizá de los nervios provocados por el arreón belga.
Antes, un primer cuarto de tanteo en el que nuestro Equipo Nacional dio sobradas muestras de que no se iba a rendir antes de empezar, sino que Bélgica iba a tener que sudar sangre para vencer. Lo mismo que les pasó antes a Chequia y a Francia, que mordieron el polvo de forma inesperada ante nuestras jugadoras.
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La fuerza del grupo |
El segundo cuarto fue de clara superioridad española, haciendo valer la mayor profundidad de la plantilla y aprovechando el cansancio acumulado del quinteto belga, que acumulaba bastante más de quince minutos en las piernas.
El tercer cuarto fue de miedo, ya que el rival se entonó y se puso a tiro, pero se consiguió mantener el liderazgo en el marcador, e incluso el equipo se permitió dar una nueva lección de juego hasta la mitad del último cuarto, cuando todo parecía visto para sentencia y antes del apagón final.
La plata es un metal agridulce, porque significa que has perdido el último partido del campeonato y eso nunca es agradable. Hay quien dice que es mejor el bronce, porque te despides con una victoria, aunque estoy seguro de que, cuando el disgusto se acabe diluyendo en el olvido, las jugadoras recordarán mucho mejor la plata.
Una medalla que ha sido totalmente inesperada porque el Equipo Nacional no solo se encuentra inmerso en un relevo generacional (que se presume mucho más fácil que en el caso de nuestro equipo masculino), sino porque no se pudo contar ni con Maite Cazorla ni con María Conde, ni con ninguna jugadora nacionalizada para apuntalar puestos más comprometidos.
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La amargura de la derrota |
Pero, muchas veces, de la dificultad nace la virtud y España ha mostrado un equipo muy profundo en el que apenas ha habido diferencias entre el quinteto inicial y el resto, siendo el grupo con una mayor aportación de las teóricas jugadoras reserva. Y cuando las circunstancias han apretado, se han soportado en la eterna Alba Torrens, que si bien ha sus 35 años ya no puede tirar del carro todo el partido y se ha notado su falta de acierto, su inmensa clase le ha dado para estar en el quinteto ideal del campeonato, junto con Raquel Carrera que destrozó a Chequia en Cuartos de Final del campeonato.
No obstante, todas han sido protagonistas en mayor o menor medida, haciéndonos vibrar con un baloncesto que puede no ser el mejor del mundo, pero que hacen desde el corazón inmenso que tienen: Awa Fam, Elena Buenavida, Helena Pueyo, Andrea Vilaró, Aina Ayuso, Paula Ginzo, Irati Etxharri, Mariona Ortiz (mejor defensora del torneo)... Y me quedé con las ganas de poder disfrutar del descaro y desparpajo de Iyana Martín, llamada a escribir páginas gloriosas de nuestro baloncesto.
Ver baloncesto femenino es reencontrarse con este deporte. Lejos de ser un correcalles, 1vs1 o tiros de tres sin solución de continuidad, nos encontramos con un exquisito cuidado de los fundamentos, juego al poste, conceptos ofensivos y defensivos corales, porcentajes muy por encima del ochenta por ciento en los tiros libres... Todo lo que en su día me enamoró del baloncesto y hoy es muy complicado de ver.
Por todo ello, gracias. Y hasta el próximo campeonato, en el que seguro volverán a dar que hablar y a demostrar que a pesar de todas las dificultades, España nunca se ha ido de la élite del baloncesto femenino.